Opinión

Yaqui Núñez

Yaqui Núñez

Ni  el propio Yaqui sabe la profunda alegría que me produce saber que su de salud mejora con los segundos, los minutos, las horas y los días. Ni  el propio Yaqui sabe –y no sabrá nunca- la profunda tristeza que me produjo la noticia del derrame cerebral.

Jamás pensé que  precisamente el cerebro, su aliado más cercano y certero,  terminara traicionándolo de esa manera. En  esa cabeza bien amueblada de pasiones e ilusiones, de imágenes poéticas, de sueños y fantasías, de quimeras y utopías, no podía producirse un río de sangre para intentar ahogarlo.

El cerebro de Yaqui es una máquina perfecta que durante toda su vida estuvo dándole sentido y contenido a su existencia. Ha sido el cerebro de  Yaqui el motor de su vida.

Como podía ese maldito cerebro cansarse, dejar de funcionar de manera mágica para que Yaqui no viva más.

No. Me niego a que sea el cerebro el que finalmente mate a Yaqui.

Qué lo haga el corazón, el hígado, los pulmones…, pero el cerebro no. Por eso me alegro de su mejoría.

Durante muchos años he sido amigo de  Yaqui, de sus hermanos Frank, ya fallecido, (el mejor de los Núñez del Risco) y de Pedrito, padre del cantautor Pavel.

Hemos compartido cosas maravillosas de la vida, como un buen libro, una buena canción de Silvio o de Pablo, un bueno poema suyo o de otro, una sonrisa, un enojo, una discusión sonante y otra disonante, un trago, dos tragos, tres tragos, un adiós, un hasta luego y un hasta siempre.

Recuerdo aquellos sábados extraordinarios en su casa del Julieta junto a quien en ese momento era su compañera, Yamel, sus hijos más pequeños Yaqui junior y Yanpiero, que vi nacer,  el gordo Oviedo, doña Milagros Ortiz, José Rafael Sosa, Sonia  Silvestre, Luís Gallardo, Jorge Taveras, Víctor Víctor,  Tommy García –la culebra-, Anthony Ríos, Augusto Guerrero, Nuria Piera, Freddy Beras Goico, entre muchos otros. A los artistas Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Amaury Pérez, Alberto Cortez, entre otros que en sus visitas al país pasaban por esa meca de la cultura que era la casa de Yaqui.  (José Antonio Rodríguez aun no existía como artista. Debía estar descalzo en La Romana amasando sueños con una guitarra entre sus brazos)  Era la época del programa “Otra Vez Con Yaqui”, de la “cultura con sabrosura”. El encuentro cultural era obligado en  casa de Yaqui porque ahí se grababa parte del espacio que si mal no recuerdo se difundía el sábado en la noche.

(Su entrañable amiga Marivell Contreras,  un regalo de la vida, es posterior a esa etapa dorada de nuestras vidas).

La vida de Yaqui ha sido la de un bohemio intelectual a quien nunca le interesó hacer fortuna. Pudo haber hecho más dinero que cualquiera de sus amigos de la televisión por su capacidad creativa. Pero no lo hizo. La búsqueda del dinero no ha sido nunca su norte. Y cuando lo ha tenido lo deja ir como agua entre los dedos. Si Yaqui tiene dinero y un amigo lo necesita, ese dinero es del amigo que lo necesita. Así es y así ha sido Yaqui.  Por eso probablemente no tenga dinero para pagarle a los médicos y al centro cuando sea dado de alta en los próximos días. (Tengo fe en que así será, pues está en las mejores manos)  .

 Yaqui era y es, la creación, el invento, la palabra, la búsqueda de nuevas formas de expresión. Por eso no se puede limitar su figura a la de un presentador; ni a un locutor de excelente dicción, ni mucho menos a un buen productor de televisión. Yaqui es, más todo eso, un artista. Esa palabra, artista, lo resume. Colocarlo como locutor, presentador o productor de televisión, es  ignorar su capacidad creativa. La historia de la  publicitaria no se puede escribir sin el nombre de Yaqui Núñez del Risco. Me refiero a una publicidad criolla, fuera de la contaminación de los elementos foráneos que tanto gustan a los creativos jóvenes, para quienes la tecnología y la ciencia –nunca desdeñables- están por encima incluso de la marca.

Cuando califico a Yaqui como un artista lo que deseo es presentarlo como un ser humano distinto. Los artistas, como es  Yaqui, están siempre por encima de los demás; actúan de otra manera, a veces inexplicable. 

José Joaquín Puello, eminente neurocirujano,  junto a otros galenos de igual condición, nos ha devuelto la fe al decir que el paciente está mejor.

El país quiere ver nuevamente a Yaqui “improvisar las palabras, no las ideas” en los medios de comunicación, algo que no hemos aprendido la mayoría de los que hablamos por radio y televisión.

Y yo quiero, junto a Marivell, Susana, su esposa, sus hijos y sus amigos más cercanos, tomarme un trago en las rocas en su casa en estas navidades. ¡Salud, Yaqui, salud!

El Nacional

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