Opinión Libre Pensar

Reclamos frente al Palacio

Reclamos frente al Palacio

Oscar López Reyes

Reclamos frente al Palacio

En los parqueos y calles internas del Palacio Nacional se escuchan los ininterrumpidos tambores que repican desde la “Explanada de los Reclamos” (el nombre más apropiado), que ha devenido en el espacio público más emblemático para los gemidos, como contrapunto del Muro de las Lamentaciones. Desde hace más de dos mil años en ese, el lugar más sagrado del judaísmo, en Israel, rezan diariamente miles de creyentes.

En la Explanada de los Reclamos se agolpan ciudadanos que civilizadamente exigen la construcción de obras, aumentos salariales, pensiones, incrementos de presupuestos educativos y sanitarios, y otros petitorios. En cambio, en el Muro de las Lamentaciones todos los días se ora en silencio y en sus rendijas depositan papeles con plegarias, que son enterrados en el monte de los Olivos.

Enclavada en la esquina de las avenidas México y Doctor Delgado, a la entrada principal del Edificio de Oficinas Gubernamentales profesor Juan Bosch Gaviño (Explanada de los Reclamos), se apostan, dentro de una verja perimetral movible de 465 metros cuadrados (con capacidad para 450 personas paradas), manifestantes que lanzan consignas relativas a sus solicitudes, y animan con instrumentos de percusión.

El escenario ha sido utilizado por grupos populares, juntas de vecinos, clubes de madres, asociaciones profesionales, sindicatos, expolicías y militares, y otros sectores, porque los redoblantes resuenan hasta el corazón del Palacio Nacional, cerca del despacho presidencial; puntea como de más fácil acceso para los medios de comunicación y transeúntes toman imágenes y las cuelgan en las redes sociales.

El hilván más relevante es que, en la mayoría de los casos, comisionados palaciegos conversan con los congregados y estos les entregan cartas y comunicados, que llegan hasta el presidente Luis Abinader, que dispone la búsqueda de soluciones. Cientos de problemas han sido resueltos, entre ellos el de Los Cañeros y sus pensiones, y las velas de las sombrillas amarillas por el 4% para la educación.

En la Explanada de los Reclamos, los asistentes no oran ni rezan, pero tampoco tiran piedras, no queman gomas ni bloquean el tránsito. Arengan por altoparlantes, bailan como aves amaestradas y hacen huelgas de hambre, levantado banderas, entre ellas la dominicana, y saludan a miembros de la Policía que los vigilan y custodian.

Salvo contadas excepciones, respetan la Constitución y las leyes, y el Gobierno el derecho a la incitación pacífica.Por su cercanía a la Casa de Gobierno, la de los Reclamos tamborilea como la explanada más famosa de la capital, que le ha quitado primacía en frecuencia de actividades socio-políticas a la Plaza de la Bandera, por ser grande. Y le gana a las otras plazas gigantescas -como la de España o Hispanidad-, y a las medianas plazoletas y explanadas de universidades e instituciones estatales.