A pesar de ser víctima de una deletérea campaña que lo ha perseguido hasta en lo personal —nadie dice que a Adam Smith nunca se le conoció pareja, y que en Edimburgo salía durante las noches a hablar con los postes del alumbrado público—, ha sido uno de los intelectuales más fecundo: Me refiero a Carlos Marx.

Marx produjo «un fantasma que aún recorre el mundo», y desde esa fecha le ha quitado el sueño a las clases capitalistas dueñas del orbe, que le temen y lo aborrecen; este 5 de mayo se conmemoró el 207 aniversario de su nacimiento.

Militante de sus ideas, y arrastrando una vida en donde la miseria material y las autoridades de turno de los países en donde le tocó vivir lo asediaron, el sabio judío tuvo una vasta producción, contándose como una de sus obras cumbre El Capital, tres tomos en donde Marx estudia desde una perspectiva economicista el funcionamiento del sistema capitalista.

Retomó la dialéctica de Hegel, que consideró estaba «patas arriba», y con esas herramientas analizó las relaciones societales que se dan entre las personas.

De temperamento lisérgica —como son la mayoría de los genios—, el creador del llamado socialismo científico enfrentó a pensadores coetáneos, a los cuales refutaba con su enjundiosa prosa, que no solo le dio los lauros de estos tiempos, sino que también le granjeó enemistades en su generación.

Fue encontrado muerto en su mesa de trabajo por su «pana full y canchanchán» Federico Engels, quien le dio sepultura.