Preparaba otro artículo sobre Feminizar la Cancillería cuando caí en cuenta de que este viernes es 8 de marzo.
Fue por los anuncios en la TV y prensa, propaganda que ha convertido el 8 de marzo en una fecha comercial, algo así como otro 14 de febrero, donde felicitan a las mujeres, les ofrecen flores y chocolates y otorgan algún tipo de cinta o medalla. Hay mensajes sobre la igualdad, sobre damas que se han distinguido durante el año, o toda la vida, etcétera, etcétera.
Nadie recuerda en este día lo que conmemoramos es una masacre, la masacre de un centenar de obreras de la aguja, en Chicago, quienes se fueron a huelga para lograr una reivindicación para ellas y los hombres: una jornada laboral de ocho horas (en ese entonces trabajaban 16 horas), que sus hijos no trabajaran (los niños estaban condenados a la misma jornada), y aunque no lo crean, el derecho de ir al baño. Hasta ese entonces las imagino con muchos trapos en la genitalia para que los orines no cayeran al piso).
Los dueños de la fábrica las encerraron y pegaron fuego. Así de bestial era la realidad de estas trabajadoras y hay una serie en Netflix (que ahora vuelve a la carga contra Lula y Dilma con una serie por la que ya pidieron perdón, imagino porque Lula sigue siendo incorregiblemente independiente), que se llama The Shielding Years, que muestra la sobreexplotación de la clase obrera y como resolvían con masacres las huelgas para subvencionar la ostentosa vida de los megarricos.
Entonces los ocho de marzo deberían ser días de recogimiento y oración por esas mártires, como lo debería ser el 25 de noviembre, una fecha que también se banaliza con ventas y ferias, porque no se recuerda que conmemoramos el asesinato de tres hermanas.
Eso intentamos hacer cuando laboraba en Cancillería como encargada de la Sección de Mujer, Niños, Niñas y Adolescentes, a la cual luego se añadió Envejecientes, Sección que jocosamente denominamos del “Ciclo Vital”.
Lo primero que hicimos fue notar que había un grupete de mujeres que laboraba en Cancillería en la limpieza y sirviéndonos el agua y café. Eran “trabajadoras temporeras”, aunque algunas llevaban laborando en esa condición una década. Por qué? Porque así se evitaba que tuvieran derechos laborales y beneficios.
Esas trabajadoras ignoraban para qué institución laboraban, qué hacía, e ignoraban lo que significaba no solo el ocho de marzo sino también el 25 de noviembre. Decidimos organizar las fechas, con conferencias, refrigerios, una rosa, ballets, teatro y materiales educativos del Ministerio de la Mujer.
Cuando paso ahora las mujeres dicen: Ya nadie se acuerda de nosotros.