Era previsible que por la pandemia del coronavirus, cuya curva todavía no se ha podido aplanar, el año escolar se iniciaría a distancia. El modelo semipresencial en que se pensó en algún momento quedó descartado en la medida que aumentaban las muertes y contagios por el virus.
El Gobierno, para preservar la salud de los estudiantes, familiares y de las comunidades, optó por el modelo a distancia, que es el más lógico, pero que también tiene sus inconvenientes.
La tecnología digital se ha hecho familiar, pero no para todas las personas. Con el sistema, según el ministro de Educación, Roberto Fulcar, se han tomado todas las previsiones para que la enseñanza a distancia, pautada para comenzar el 2 de noviembre próximo, beneficie a los más de 2.8 millones de estudiantes.
No solo se dotará de las herramientas necesarias a los alumnos, sino que el Gobierno asumirá el costo de la conectividad con las diferentes compañías telefónicas y de cable, además de utilizarse la radio, la televisión y los canales de cables para la transmisión de los contenidos educativos.
El entrenamiento de los maestros, que a partir del 18 de septiembre participarán en un curso de capacitación especial, es fundamental para garantizar los mejores resultados con el nuevo método de enseñanza.
Algo significativo, de mucha incidencia en el proceso, ha sido la decisión de suministrar la merienda escolar a los hogares de los estudiantes mientras dure la pandemia de la covid-19. Velar para que el programa se ejecute es la tarea.

