La diosa de la energía negativa, bajos voltajes, transmisiones sin la velocidad de la luz y los secretos más oscuros, han embestido a los dominicanos con más ímpetu que el toro al torero, bajo pesadillas maléficas. Y para atinar que se vuelva un farol de luminosidad, sin que sea del Sol ni de la Luna, urge orar/rezar; santificar una lámpara incandescente y ritualizar los instrumentos musicales de Macumba, llamando a la buena suerte proveniente de la magia negra.
El 5 de enero de 1896, en el régimen de bayonetas de Ulises Heureaux (Lilís), un generador eléctrico alumbró, por primera vez, las calles y hogares de la capital dominicana, y el 10 de ese mismo mes la poetisa Salomé Ureña escribió a su hijo Francisco Noel, residente en Cabo Haitiano, Haití: “Tenemos luz eléctrica! La primera noche funcionó bien pero la segunda, a los diez minutos, quedó todo a oscuras”.
La inauguración consistió en un generador comprado a la Edison Spanish Colonial Light Company, incorporada en Nueva York, que dejó atrás los faroles con velas de cera y las lámparas de aceite y candiles.
Desde entonces han crecido la población, la industria, el comercio, los hogares y el Estado, que se han iluminado con gas, plantas eléctricas, térmicas, hidroeléctricas, diesel y termoeléctrica a carbón y vapor. Además, han imperado las transformaciones y reformas, con nuevas leyes y cambios de nombres.
No obstante, las interrupciones en el suministro de energía han continuado dando latigazos y configurando siete maldiciones: 1) Insuficiencia en la generación, 2) Baja cobranza, 3) Corrupción, 4) Robo de energía, 5) Altos costos operativos, 6) Elevadas tarifas, y 7) Los ciclones, rayos y lluvias torrenciales, árboles y animales, globos y colas de chichiguas, excavaciones, accidentes automovilísticos y olas de calor.
Esas siete maldiciones han doblegado las iniciativas de los más postulantes sobre la solución energética: Marcelo Jorge, Temístocles Montás, Radhamés Segura, Ramón Alburquerque, Antonio Almonte y Celso Marranzini.Insólitamente, la herencia maldita tira sus petardos cada vez con más intensidad, sin una solución a corto plazo. El presidente del Consejo de Electricidad (CUED), Celso Marranzini, ha dicho que los apagones continuarán, porque no hay capacidad para satisfacer la demanda.
Pidió paciencia, sin sofismas. Además, que el gobierno trabaja en proyectos de generación renovable y convencional, por 650 millones de dólares, que estos no bastan y que ”necesitamos un compromiso compartido”, pagando por el servicio y denunciando para que actúe la Procuraduría General del Sistema Eléctrico (Pegase).
Quiere decir que no hay soluciones mágicas y que no podemos echar a un lado los resonantes y placenteros sonoros de Macumba; los ruegos a deidades y los pedidos a santos, sin hechicerías ni liturgias supersticiosas.