En el 1957, Gabriel García Márquez, quien decía que lo mejor del mundo es perder el tiempo, viajó a la otrora Unión Soviética, que en estos días cumplió 100 años de haberse fundado, pero que murió a los 69 después de un niño orinarse en la puerta del Kremlin.
Cuando el escritor colombiano se paseó por la Cortina de Hierro los niños aprendían a contar con ábacos, las ropas de los rusos eran cuadradas de mal hechas, todavía no había llegado el ataúd rodante del carro Lada, pero los rusos ya habían ido al espacio.
Cuando Yuri Gagarin, el primero en ir al espacio y orbitar La Tierra, cayó sobre «las yerbas», una campesina, que había tenido el privilegio del acontecimiento histórico, no se explicaba cómo este hombre había caído del cielo.
Cuando en Cien Años de Soledad, García Márquez escribió «que llegará un momento en que nos comunicaremos con el mundo sin salir de nuestro cuarto», con el tiempo hemos llegado a la conclusión de que logró esa visión de prevenir el mundo en que vivimos a que ya en el 1957 había visitado la nación de Gagarin, donde los miembros del politburó del Partido Comunista dejaron de verse las caras en vivo porque ya utilizaban lo que hoy conocemos como Zoom.
El Internet ha acercado a los que están lejos y ha distanciado a los que estamos cerca, aumentado en feminicidio porque el hombre, machista por naturaleza, todavía no se ha dado cuenta que perdió el control de la mujer, porque ya no puede determinar con quién habla y quienes deben ser sus amigos o amigas.
Así como Yuri Gagarin fue el primero que vio La Tierra desde el espacio, nosotros somos la última generación que verá las estrellas, escribió Eduardo Punset.
Les recordamos al entrar este Nuevo Año, que somos también una generación que sobrevivió a una Pandemia, que ocurre cada 100 años, que el futuro es incierto, el pasado es irremediable. Solo existe en presente. No pierdan la oportunidad de ser felices.