En el pasado cuatrienio, el presidente Luis Abinader, fue el principal jefe de Estado que abogó en varios foros internacionales por la ayuda y socorro del pueblo haitiano para aliviar la hambruna que aún padecen sus habitantes, y enfrentar la violencia de las pandillas armadas que siembran el terror y la muerte en el vecino país, clamores que alcanzaron un tímido eco con el envío de una avanzada de policías de Kenia, cuya labor no se aprecia, en procura de un clima de convivencia pacífica que logre el retorno a la normalidad al convulsionado país.
El primer mandatario acuñó la frase “la República Dominicana no puede cargar con Haití”, recibiendo apoyo y aplausos de amplios sectores de la población dominicana, al tiempo que reforzó la porosa frontera dominicana con soldados del Ejército que, conforme a datos que emanan desde ese litoral, no realizan su trabajo con los deberes y rigurosidad que demanda la principal tarea de los militares que es el resguardo de la soberanía nacional.
Mientras recibimos, sin controles estrictos, a millares de indocumentados, un dominicano que puso un pie de aquel lado de la frontera, fue obligado a pedir disculpas por haber entrado sin autorización legal, toda vez que Haiti no permite ni acepta ilegales, mientras aquí todos los gobiernos ayudan los vecinos en educación y salud, gastando 600 mil millones de pesos en esas áreas, dinero que tanto necesitan los niños para recibir clases en las escuelas y miles de pacientes que no encuentran camas en los hospitales públicos.
Abinader tiene oportunidad de casarse con la gloria en este nuevo mandato, adoptando políticas más enérgicas y drásticas contra la inmigración ilegal, acelerando la deportación masiva de aquellos que no están regularizados y revisar cuidadosamente la vigilancia fronteriza, pues muchos dominicanos dudan que la línea limítrofe esté realmente sellada.
Sin tener pretensiones de Oráculo, creemos que este periodo constitucional del primer mandatario, estará lleno de fecundidad por la gran cantidad de obras en ejecución, y la nuevas que tiene en carpeta que contribuirán a descongestionar el tránsito, con la ampliación del metro, la construcción de circunvalaciones y la instalación de teleféricos, obras de infraestructuras que también contribuirán a elevar la capacidad adquisitiva de distintas clases sociales.
Concomitante con esos magnos proyectos, el presidente Abinader no debe dejar ninguna incógnita en defensa de la nacionalidad dominicana, una actitud que será bien encomiada por la población que podría definirlo como el gran protector del decoro y la dignidad de la Patria.