El presidente Luis Abinader, en una demostración más de su sensibilidad y flexibilidad, retiró del Congreso el proyecto de ley de Modernización Fiscal, cuyo objetivo principal era buscar la garantía de la sostenibilidad de la economía dominicana, una pieza cuestionada por sectores representativos de la colectividad que propugnan por un consenso para elaborar una normativa menos escabrosa.
En un brevísimo discurso, sin pronunciar palabras que insinúen confrontaciones, el jefe de Estado desarticuló la articulación de un plan para generar que alterarán el orden público a fin de repetir episodios de violencia, que dejen una secuela de muertos y heridos.
Creemos que sería una mezquindad no reconocerle al presidente Abinader mérito de contribuir al desarrollo de la democracia en el país, donde los partidos políticos y la ciudadanía en general, participan en los debates de temas cruciales para el devenir del país, siempre respetando la libre expresión y difusión del pensamiento, dentro del ámbito de la absoluta protección de las prerrogativas fundamentales.
Los últimos mandatarios que ha tenido el país, con ínfulas trujillistas y cortes corruptas, nunca accedieron a los reclamos populares, y eran sordos, ciegos y mudos a los pliegos de reivindicaciones de grupos organizados que orquestaron paros y movilizaciones de manera infructuosa.
Retractarse o retirar proyectos, no es una prueba de debilidad de Abinader, toda vez que ejerce el poder ejecutivo por un mandato del pueblo dominicano que lo eligió con una aplastante mayoría de un 58 por ciento de los votantes, que a la vez escogió diputados y senadores, teniendo el control de ambas cámaras legislativas, sumado al poder municipal con más del 90 por ciento de las alcaldías y los distritos del país, posiciones alcanzadas por el sufragio popular.
En el pasado cuatrienio ni lo que sigue de su segundo mandato, en el país no se ha derramado ni una gota de sangre ni se ha encarcelado a nadie por motivos políticos, por lo que se respira un amplio clima democrático, arrastrando a algunos deslenguados a cometer abusos de la palabra, utilizando términos peyorativos y abyectos contra la figura del jefe de Estado.