Si yo fuera el presidente Luis Abinader hace tiempo que hubiera abandonado las redes sociales porque le ocupan demasiado tiempo y energía, generando demasiado estrés emocional, lo cual le impide relajarse, tener un sueño profundo y para activar la dopamina, ese neurotransmisor y hormona producido en el cerebro que desempeña un papel determinante en la memoria, el placer, etc. El ser humano está diseñado para dormir entre seis y ocho horas todos los días.
Y el presidente Luis Abinader duerme poco, descansa menos de lo que debe descansar. Se ha convertido en un adicto al móvil. Incluso en las reuniones del partido y del gobierno, se le vez “chateando” con los “compañeros”, respondiendo mensajes, devolviéndole a los “influencer”, etc.
Cuando llega a su hogar, después de una agotadora jornada de trabajo, vuelve al móvil, tiene más de uno, para continuar laborando hasta dos y tres de la madrugada. El presidente no sólo es adicto al celular, también es adicto al trabajo. No sé de dónde saca tanta fuerza, tanta energía, ¿será que también es adicto al país?
Cuando se le habla de tomarse unas vacaciones como lo hacen hasta los presidentes de Estados Unidos, dice que lo hará cuando termine el gobierno o muera como cualquier mortal.
Tiempo habrá luego para dormir y descansar. (No sé que pensará doña Raquel y las “niñas”, que ya son adultas, sobre el particular).
La cosa es, mis queridos lectores, que considero que el presidente Abinader debe “soltar” el celular. No dedicarle tanto tiempo, no responder tanto. Las redes no tumban gobierno. El presidente debe delegar más, que sus colaboradores y compañeros jueguen el rol que les corresponde en la protección del gobierno y del propio mandatario, sobre todo los aspirantes a sustituirlo en el cargo.
Mucha gente, incluso del PRM, no parece darse cuenta del “tolete de presidente” que tiene el país. Un hombre dedicado 24/7 al trabajo, con honestidad y transparencia, ubicándose entre los presidentes con mayor nivel de aceptación popular de toda América Latina, según dicen las encuestas. Este país tiene lo que ningún otro de la región: paz social, estabilidad, gobernabilidad y democracia. ¡Eso no tiene precio, amigos!
Dicen que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Defendamos lo que hemos logrado como pueblo. Abinader es un buen presidente, a pesar de los yerros, de los “golpes bajos” de muchos de sus funcionarios que han traicionado su confianza, a pesar de las acusaciones malsanas de intentar vincularlo con el narcotráfico a sabiendas de que en ningún gobierno anterior se ha combatido ese flagelo con más fuerza y determinación que en el de Abinader, según establece la DEA.

