La profesión de abogado tiene la primacía del prestigio dentro de las ramas de las ciencias, un lastre que viene arrastrando desde hace décadas, y en presente es más notorio su declive por la descomposición social que impera en el país durante los últimos lustros, donde las instituciones públicas y privadas son sacudidas por el flagelo de la corrupción impune que se pavonea impenitente y camina por senderos de impunidad, dado inoperante sistema judicial.
El cuadro negativo del ejercicio del derecho no es un ente aislado, sino que el efecto de la causa que generan las clases dominantes a través del Estado que su vez es su causante, y si partimos de lo general a lo particular, enfocada desde la óptica del materialismo dialéctico, llegamos a la conclusión que un cambio brusco en el liderazgo en las estructuras estatales, podría asentar un clima de convivencia y transparencia, lejos de la sistemática inconductas y acciones deleznables que pudren todos los que tocan.
Una prueba fehaciente de que lo que decimos , lo constituye la penosa crisis que sacude al Colegio de Abogados, hundido en el fango hace mucho tiempo, pues la mayoría de los dirigentes que pasado por su dirección, se han encargado de corroer los cimientos de una entidad que nació por la lucha de un reducido grupo de letrados, encabezado en sus inicios por su primer presidente, doctor Fernando Díaz Hernández, que siempre creyó en la formación de una agrupación que protegería a los que ejercen derecho, una aspiración frustrada por quienes le sucedieron en el liderado del gremio, aunque dejó una impronta que nunca ha sido emulada.
¿Para qué sirve el Colegio de Abogados? Será para enriquecer a sus directivos? Es una vergüenza que recibiendo millones de pesos de los fondos públicos no tenga un seguro médico, un mínimo plan de pensiones, una casa club, y algo que peor aún, sus ejecutivos no se dejan auditar por la Cámara de Cuentas, como lo preceptúa la ley, dejando en el aire un ramillete de interrogantes que nublan un gremio que necesita una catarsis, porque cada día son muchos los que postulan en los tribunales que se alejande ese pantano.
Hay muchos togados y algunos notarios que guardan prisión en diversas cárceles del país, imputados de cometer infracciones crimínales al estafar, robar y falsificar documentos para apropiarse de los bienes de sus clientes y de particulares, al enrolarse en un entramado de realizar acciones delictuosas que empañan una hermosa carrera como es el derecho, y de paso lastiman a los litigantes íntegros y honestos que ejercen en los tribunales de la República.