El país se llenó de asombro cuando leyó que una joven abogada devenida en fiscal, plantaba drogas en los locales que allanaba para luego poder extorsionar a las víctimas. Lo que llamó la atención fue que era una joven mujer que había decidido enriquecerse y había elegido lo que consideraba la profesión ideal. Para su mala suerte alguien la filmó en la barbería donde colocaba la droga y se armó el escándalo.
Fue un día de vergüenza nacional para las mujeres en general y para abogadas como Milagros Ortiz Bosch, Mercedes Lora, Martha Olga García, y Dilia Leticia, mujeres que han ennoblecido la carrera con su magisterio.
Ahora los mecanismos para enriquecerse han cambiado, evolucionado desde la vulgaridad de colocar drogas en futuras víctimas de extorsión, una práctica generalizada en algunos agentes del DNI que hemos denunciado antes. Ahora la estrategia es dilatar los juicios para cobrar y cobrar y cobrar.
Es lo que ha pasado hace poco, y desgraciadamente se trata de dos jóvenes mujeres abogadas, las cuales cobran de entrada diez mil dólares y actúan como lo que son: una pareja. En un juicio reciente no tuvieron reparos en traicionar a su clienta y venderse al postor contrario porque su afán es, como el de la joven fiscal, enriquecerse.
Mis amigos y amigas abogados, que son serios, dicen que deben ser denunciadas frente al Colegio de Abogados y suspendidas por razones éticas, y ya están trabajando en eso, pero el problema es que los Colegios profesionales de este país no son ágiles, para no decir otra cosa, en el manejo de este tipo de demandas, (por cierto que revisé la lista de abogados dominicanos que aparece en internet y todos son masculinos con algunas excepciones femeninas).
En nuestros Colegios y Academias, los directivos parecen tener una licencia vitalicia para hacer lo que les viene en ganas, incluyendo excluir de sus membresías y listados a aquellos que no comulgan con sus métodos, o su atrasada ideología.
¿Qué alternativas le quedan a la ciudadanía? En Santiago han asesinado ya a cinco abogados, y cuando se lee entre líneas quienes eran algunos tenían fama en cobros compulsivos y embargos…
Creemos que el asesinato, en ningún plano, es una opción, pero aquí se está convirtiendo en el último recurso a que alguna gente apela cuando los mecanismos para enfrentar el abuso, la deshonestidad de algunos abogados o abogadas, y la inactividad de los Colegios profesionales, se convierte en norma. Es Ley de la Selva.
Razón y suerte tuvo Ana Teresa Paredes, primera abogada en graduarse en la República Dominicana (en 1913) en desencantarse de la profesión cuando no la dejaron ejercer. Se libró de la infamia.