El problema no es enumerar los graves problemas que padece la mayoría de dominicanos y dominicanas, el aparato productivo y la soberanía del país. Eso lo sentimos todos y todas, aunque tengamos diferencias en la comprensión de las raíces de estos males. Lo central no es la denuncia de la entrega de las riquezas del subsuelo, las playas y las mejores tierras al extranjero.
Lo central es construir una alternativa política de cambio, que permita mediante la complementaridad y convergencia, avanzar en una nueva mayoría política que se constituya en el motor de un cambio de rumbo del país.
No podemos seguir perdiendo tiempo en lo que a esa construcción de alternativas políticas se refiere. Los y las que piensan que esa es una tarea relativamente sencilla, que se ufanan con “triunfos” efímeros e intrascendentes; que practican la autocomplacencia conformándose tan solo con ser un pequeño grano en medio de esta inmensa soledad, están totalmente equivocados y equivocadas.
No vamos a construir la alternativa política con acciones aisladas. Sin una discusión franca, permanente, profunda con la gente, donde la gente exprese lo que siente, piensa o se imagina que puede, o debe ser, esa alternativa. Sin la capacidad de aprehender la realidad tanto social, económica, institucional, política, ambiental y la pérdida de nuestra soberanía como nación y pueblo.
Sin comprender la sociedad de hoy y sin generar grandes procesos de asociación y complementación, todos los pequeños esfuerzos se diluyen frente a la hegemonía que han alcanzado las ideas y gestión de las elites gobernantes, hegemonía que embota la potencial capacidad de resistencia de la Nación y la ciudadanía.
Si de lo que hablamos es de construir alternativas progresistas y revolucionarias y unir lo mejor del país a su alrededor, solo han habido tres en la dilatada historia republicana: La construida entre 1836 y 1844, que unió al pueblo alrededor de la lucha independentista, triunfando contra la ocupación haitiana.
Tenemos la de 1863-1865 triunfante contra el dominio español, apoyado por el ejército más poderoso de la época; Y tenemos, 1959-1965, que culminó con la Revolución Democrática triunfante de Abril del 1965, frustrada por la intervención militar norteamericana, cuyos objetivos centrales se han mantenido sistemáticamente hasta el día de hoy.
Entre 1836 y 1844, los liberales encabezados por Duarte, se unieron a los conservadores. Y entre los liberales había que revolucionarios. Lo mismo entre 1863 y 1865: una alianza de sectores liberales con conservadores. Y dentro del sector liberal había una ala revolucionaria. El termino revolucionario lo utilizo aquí en su acepción radical, de ala de izquierda dentro de aquel amasijo de fuerzas.
Por: Fidelio Despradel
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