Escribo estas líneas escuchando los gritos, en un video, de los jóvenes que se aferran a los aviones que intentan salir del aeropuerto de Kabul, aferrados a las alas y ruedas de las cuales caerán.
Hoy CNN mostró las fotos de sangrantes niños y mujeres que acudieron en masa al aeropuerto tratando de escapar de los talibanes, quienes después de 20 años de guerra han retomado el control de su país en poquísimo tiempo, tras la retirada de las fuerzas de Estados Unidos.
Las imágenes de la desbandada recuerdan las de la salida de USA del Vietnam, con gente aferrándose desesperadamente a los helicópteros que fueron al rescate del personal de la embajada norteamericana.
Otro reportaje narra la desesperación de los traductores afganos que trabajaban en otras embajadas, los cuales no han logrado salir a tiempo del país escapando una segura muerte.
Y una se plantea: ¿Para qué ha servido esta guerra en Afganistán, cuya última fase ha abarcado 20 años y ha costado la vida de miles de jóvenes norteamericanos y billones de dólares?
¿Es que tendremos que concordar con Einstein que solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana?
¿Qué hizo pensar a Estados Unidos que podía conquistar un pueblo que había derrotado al ejército ruso? ¿Un pueblo de criadores de cabras experto en guerra no convencional? Y, ¿Qué le hizo pensar a Norteamérica que no le pasaría igual que en Vietnam donde ese pueblo había derrotado a un ejército tan experimentado como el francés, para después tener que enfrentar a quienes los sustituyeron, es decir a los norteamericanos?
¿Es que medio millón de muertos no fueron suficientes para mandar a morir a otros cientos de miles en Afganistán?
¿Y todo para qué?
Y, de nuevo, como en todas las guerras, las víctimas principales son las mujeres, quienes según los talibanes ahora podrán trabajar y estudiar, pero a quienes les acaban de aplicar 29 prohibiciones más de acuerdo con el Corán.
¿Qué inseguridad tan ancestral lleva a estos hombres afganos a forrar a las mujeres con Burkas, un vestuario que apenas les permite respirar? ¿A prohibirles que salgan a la calle si no es con hombres? ¿A impedir que estudien y pueda trabajar?
Frente a estas bestialidades, cuyas reminiscencias experimentamos las dominicanas con la famosa prohibición de la tres Causales, que no es más que la renuencia masculina a renunciar al control del cuerpo femenino, del cual depende su insignificante humanidad, no hay serie turca como Resurrección que valga, en su esfuerzo por explicar y promover el islamismo.
Una pena, porque esa actitud retrograda impide que celebremos el triunfo del pueblo afgano en su feroz lucha por la independencia.
Por: Chiqui Vicioso luisavicioso21@gmail.com