El presidente Barack Obama es la figura estelar de la VI Cumbre de las Américas que se inaugura hoy en Cartagena de Indias, Colombia, y por la que su anfitrión ha formulado votos para que no sea otro ejercicio de retórica y documentos lánguidos. En otras palabras: agua de borrajas.

La exclusión de Cuba, por disposición de Estados Unidos, ha sido un mal comienzo para un evento que pretende avanzar en el diálogo y la integración para encarar los problemas de la región. ¿Cómo se podrá decir que los latinos están más cerca ante la intolerancia frente a la diversidad cultural y política?

Pero hay más interrogantes sobre un encuentro del que el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, decidió excluirse en protesta por el aislamiento de la nación caribeña. El anfitrión, el colombiano Juan Manuel Santos, se ha tenido que conformar con algunos bien valorados gestos diplomáticos.

El tema de las Malvinas podría ser lo más relevante del encuentro de mandatarios de la región con el presidente Obama. Lo más probable es que haya una resolución en apoyo a Argentina en su reclamo del archipiélago, pero que no pasará de un protocolo.

Sobre el narcotráfico, la criminalidad y la pobreza solo se teorizará. Lo mismo que sobre los programas de cooperación para combatir la pobreza y reducir las desigualdades sociales que se han tornado tan visibles en la región, aunque no sea lo que reflejen las estadísticas oficiales.

América Latina está plagada de problemas sociales y económicos que tornan vital la cooperación y la integración en la región. Estados Unidos es uno de los principales socios comerciales, pero sólo tiene la mirada puesta en el narcotráfico.

Habida cuenta de que las cumbres se han reducido a encuentros sociales, la gente no se hace mayores expectativas. Santos quiere que la de Cartagena marque un antes y un después, pero para ello habría que dar pasos muy concretos, que no figuran en la agenda.