En el país de los años cuarenta y cincuenta, por lo menos en Santo Domingo y Santiago, circulaban El Imparcial y El Mundo, diarios de Puerto Rico. Por esos medios se conoció de la historia y fama de Antonio Correa Cotto, un criminal.
Correa Coto cometió dos asesinatos en Ponce, en 1950, y fue condenado a dos cadenas perpetuas. Eslabonaba esas condenas cuando instigó una revuelta y armado de una pistola o revólver, logró escapar. Había amenazado con asesinar a quienes testificaron contra él y sustanciaron su condena.
El Mundo y El Imparcial daban seguimiento de primera página a las peripecias de la fuga de Correa Cotto y de las autoridades en su persecución. En un abrir y cerrar de ojos se convirtió en una leyenda y no se determinaba si el público puertorriqueño lo condenaba o lo admiraba.
Prófugo, se dirigió a Villa Olga, un barrio de Ponce, donde asesinó a 10 personas y siguió entonces una corta e intensa carrera criminal. Se le perseguía con todos los medios de que disponían las autoridades pero Correa Cotto escapaba.
Esa historia cautivó la atención de los puertorriqueños y, latinos al fin y a falta de un héroe, trataron de convertirlo en una especie de Robin Hood.
La Policía se enteró de que vivía en una finca de Barrancas, también en Ponce, y allí lo cercó. Le advirtieron de rendirse pero, con un revólver, hizo fuego contra el cerco.
Entonces se dio fuego a un cañaveral que rodeaba la casa, de la que salió Correa Cotto con el revólver y un machete y lo mataron. El Imparcial y El Mundo trajeron ediciones especiales con el acontecimiento.
Ya había plenas y guarachas acerca de la vida y milagros del criminal. Y de entonces acá, acerca de su vida se ha filmado tres películas. Cuatro años antes del fin de Correa Cotto Puerto Rico se había convertido en Estado Libre Asociado de Estados Unidos y su formación cultural era sustituída por el american way of life y por el american way of thinking.
En Estados Unidos podían ser héroes el científico Albert Einstein pero también el criminal Al Capone y otros personajes del bajo mundo y las estrellas de Hollywood. Bastaban la atención y proyección de la prensa.
En Puerto Rico, para las mismas fechas del fenómeno de Correa Cotto, ocurrieron los atentados de independentistas contra la Casa Blanca y la Cámara de Representantes, en Washington pero los diarios boricuas no trataban siquiera con objetividad a Oscar Collazo y Griselio Torresola, ni a Lolita Lebrón, Rafael Cancel Miranda, Irving Flores y Andrés Figueroa Cordero, quienes cumplirían 25 años de cárcel por lo que calificaban de crimen.
(Puerto Rico, 50 años antes. Santo Domingo, 50 años después).