Opinión Articulistas

Alcohol adulterado

Alcohol adulterado

Elvis Lima

Cuando un país desarrollado como Brasil —que, además de su gran extensión territorial, constituye la economía más grande de Latinoamérica— invita a las autoridades de una institución dominicana a exponer sus experiencias de éxito ante su Congreso Nacional, no solo debemos sentir orgullo como nación: también debemos reconocer el valor de una gestión que ha sabido responder con eficacia a los grandes desafíos.

Bajo la tutela del ministro Víctor “Ito” Bisonó, el Ministerio de Industria, Comercio y Mipymes (MICM) ha desempeñado un papel decisivo en cada una de las tareas asignadas por el presidente Luis Abinader, especialmente en momentos en que el país le ha tocado enfrentar crisis complejas.

Su liderazgo ha contribuido a fortalecer la confianza y credibilidad entre los actores del sistema productivo nacional, demostrando que la buena gestión genera respeto dentro y fuera de nuestras fronteras.

La invitación del Senado de Brasil para conocer la experiencia dominicana en materia de trazabilidad y control del comercio ilícito de alcohol adulterado es una señal clara de que los logros no tienen fronteras ni nacionalidad cuando se trata de emular acciones positivas. Al final, los gobiernos son evaluados por sus resultados y por el legado que dejan. Porque una cosa es ser candidato… y otra muy distinta, ser presidente.

El tema de las bebidas alcohólicas adulteradas prendió el botón de pánico para la República Dominicana, no solo por los efectos negativos que representaba para el turismo, sino para la pujante industria licorera del país. Solo basta con dar un vistazo a las devastadoras estadísticas que pusieron al desnudo la realidad: entre 2019 y 2020, unas 600 personas, incluidos turistas, perdieron la vida por consumo de metanol o alcohol adulterado.

Durante abril y mayo de 2020, en pleno auge de la pandemia, se reportaron 136 fallecidos y 216 casos de intoxicación, a tal punto que los propios fabricantes lucían desconcertados ante las embestidas de un problema que, por el momento, parecía haberse salido de las manos de las autoridades.

Pero aún más grave, la República Dominicana ocupa el séptimo lugar en América Latina en consumo anual de alcohol per cápita, con un promedio de 6.9 litros de alcohol puro por persona al año. Las bebidas más consumidas son la cerveza, seguida del ron, lo que refleja tanto la magnitud del mercado como el reto de controlarlo. Frente a este escenario, el presidente Luis Abinader, como buen manager, sacó sus mejores lanzadores para hacerle frente a una crisis que cobraba cada vez más fuerza.

Puso al frente al ministro Víctor “Ito” Bisonó, quien, junto a un gran equipo de trabajo, comenzó a tomar las medidas pertinentes para no solo detener el problema, sino también frenar la hemorragia y buscar la medicina que curara la enfermedad de raíz, retomando la confianza que necesitaba el país y los propios turistas que nos visitan. Un logro que hoy el país puede exhibir por todo lo alto como modelo de buena gestión.

El hecho de que Brasil, a través de su Congreso, haya solicitado conocer esta experiencia confirma que la República Dominicana pasó la prueba con nota sobresaliente.
Con conquistas como esta, el país demuestra que la eficiencia y la buena práctica gerencial no tienen fronteras.