Opinión Articulistas

Alofoke y Abinader

Alofoke y Abinader

Danilo Cruz Pichardo

La libertad de expresión está considerada como un derecho fundamental, pilar de la democracia, conforme al Art. 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Nuestra propia Constitución –en su Art. 49— establece lo siguiente: “Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, ideas y opiniones, por cualquier medio, sin que pueda establecerse censura previa.  

Sin embargo, el sagrado derecho a la expresión no debía ser desvirtuado y confundirlo con libertinaje, que no es más que un desenfreno en el uso de la palabra. Precisamente, en nuestro país, tenemos espacios en los medios electrónicos y en redes sociales que se caracterizan por la difamación e injuria, la vulgaridad, perversión y depravación, violentando la Ley 61-32 y el Reg. 824 –documentos desactualizados, aunque vigentestodavía–, que velan por el respeto al nombre de la persona, la honra, la moral y buenas costumbres de la sociedad.

De los espacios donde se escuchan palabras impúdicas y se observan gestos obscenos pertenecen al joven Santiago Matías (Alofoke), sin que las autoridades dominicanas tomen las medidas establecidas por las normas jurídicas. Junto al famoso Alofoke se ven damas tatuadas y con colores de pelo estrafalarios, porque van desde amarillo pollito, azul marino y rojo profundo.

Aunque ninguna ley prohíbe los tatuajes ni la extravagancia del pelo, todavía una amplia franja de la población no asume esas modas, contrariamente la considera inmoral. Pero más que patrones culturales no concebidos por muchos, el problema está en el lenguaje que usan esas damas. Un lenguaje de cloaca, que rompe con tradicionales códigos éticos.

En el Edificio Rojo se escuchan palabras de todos los tamaños. Lamentablemente una parte de la población se identifica con ese contenido, al punto que, recientemente, dos millones de dominicanos estaban conectados con la Casa de Alofoke 2, según se dijo, lo que motivó de inmediato al presidente Abinader a participar en ese reality show, solidarizándose con Andy De la Cruz, el cual representa “La Fruta”. Eso se llama bailar en todas las fiestas, indistintamente de que se trate de actividades donde se están violando leyes inherentes a la comunicación y se fusilan valores culturales de toda la vida.

El joven Alofoke suele hacer ostentaciones de poder económico, al regalar yipetas de costo millonario a damas que laboran en sus espacios, lo que no hacen los Vicini, Corripio, Rainiery y otros poderosos empresarios dominicanos. ¿Cuál es el secreto? El problema mayor está en el mensaje que envuelve en sentido general la conducta de este muchacho, que ya podría ser un paradigma o modelo a seguir para millares de jóvenes dominicanos, que llegarían a la conclusión de que no hay que estudiar para hacerse de mucho dinero.

Algunos hablan del fenómeno Alofoke. ¡Sí,claro¡ Es el nuevo fenómeno dominicano que enseña a la juventud a distanciarse de las aulas, que lo importante es tener muchos millones, hablar malas palabras, vulgaridad, el irrespeto a los demás, el modismo, la codicia, el afán de lucro y no sé cuántas diabluras más. Y el presidente de la República, la persona más indicada a hacer cumplir las leyes, se suma a los participantes de la Casa de Alofoke.