El presidente Luis Abinader no apadrina la corrupción. Al contrario, la combate con las armas que le da la ley. Tiene amigos, pero no socios, ha dicho. El amigo que, valiéndose de su amistad con el presidente, cometa actos indecorosos, reñidos con la ética y la moral, sea quien sea, pagará las consecuencias.
Los dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana y sus bocinas pretenden vendernos la tesis de que en la sociedad dominicana todos somos iguales, que la corrupción es un mal endémico que nos envuelve a todos por igual, desde los más pequeños hasta los más grandes.
Los pobres no repudian la corrupción siempre y cuando no los perjudique, siempre y cuando les toque algo del pastel del Estado. Sin embargo, los pobres, convertidos en ludópatas gracias al juego de azar, que sirve para eternizar, son los más perjudicados, porque les tocan las migajas, el “boroneo”, los centavos, los 500 pesos y el pica pollo cuando venden sus votos, ignorando que también venden miserablemente el futuro de sus hijos. El PLD nos hizo creer que todos somos iguales, en un cambalache donde da lo mismo ser honrado que ladrón. Total, con la honradez no se va al supermercado ni a la farmacia.
Pero no es cierto que todos los políticos sean idénticos, que todos mienten, engañan, roban y hasta matan. Hay políticos serios, que no van al Estado para enriquecerse con el dinero de la educación y la salud del pueblo.
En el caso Odebrecht los hechos, no las palabras, eran parte fundamental del entramado corrupto, de extorsión, chantaje y soborno que se instaló en la República Dominicana por ser el lugar más “seguro y confiable”. Hoy sabemos que la corrupción durante los gobiernos del PLD, de Leonel y Danilo, no se detenía en la puerta de ningún despacho, que la mayoría de los familiares de los expresidentes hacían negocios con el Estado, enriqueciéndose a manos llenas.
Los gobiernos del PLD convirtieron el sistema de justicia en un búnker para protegerse, para evitar ir a la cárcel. Fiscales, jueces, generales de la Policía, del Ejército, la Armada, la Aviación, dirigentes políticos de su propio partido y de la oposición, abogados, periodistas, sindicalistas, ingenieros, médicos, contratistas, suplidores del Estado, alcaldes, directores de distritos, clubes deportivos y culturales, juntas de vecinos… Todo el tejido social fue corrompido por los gobiernos del PLD, Leonel-Danilo.
El presidente Luis Abinader, ante algunas denuncias de corrupción durante su gobierno, ha dicho tener amigos, pero no socios, que todo el que cometa algún acto de corrupción será sometido a la justicia, no para complacer el morbo de las redes y algunas plataformas digitales, convertidas en estercoleros, sino para que se haga justicia.