La historia dominicana, a lo largo de casi dos siglos, ha estado marcada por líderes de perfiles definidos: unos autoritarios y pragmáticos; otros liberales y negociadores.
En el siglo XIX, Pedro Santana y Buenaventura Báez representaron modelos de conducción opuestos pero igualmente determinantes.
Pedro Santana, figura central de la independencia de 1844, fue el arquetipo del conservador pragmático.
Gobernó en cuatro periodos y consolidó el Estado con mano firme, enfrentando las invasiones haitianas y los desafíos internos de una nación en formación.
En 1861, optó por la anexión a España convencido de que solo una autoridad imperial garantizaría estabilidad.
Para él, el orden y la centralización eran imprescindibles frente al caos de la naciente república.
Buenaventura Báez, en contraste, encarnó un liderazgo liberal, civilista y diplomático.
Gobernó en cinco ocasiones, destacándose por su habilidad para negociar con potencias extranjeras como Francia y Estados Unidos, buscando respaldo económico y político.
Su apuesta por la apertura internacional y el uso del capital externo lo convirtió en precursor de una visión más globalizada del desarrollo.
Aunque liberal, también fue pragmático, sabiendo ceder y pactar para mantenerse en el poder.
Esas dos visiones encontraron eco en el siglo XX.
Joaquín Balaguer, heredero del pragmatismo conservador de Santana, lideró el país en momentos cruciales: la posdictadura de Trujillo, la Guerra de Abril de 1965 y los años de transición democrática.
Fue un constructor del Estado moderno, con una visión nacionalista y desarrollista.
Bajo su mandato se levantaron presas, canales, viviendas, escuelas y caminos vecinales que transformaron la geografía social dominicana.
Su firmeza en el poder respondía al convencimiento de que solo un Estado fuerte podía evitar la anarquía.
Leonel Fernández, en cambio, proyectó un liderazgo con resonancias baecistas.
Modernizador, tecnocrático y enfocado en la apertura internacional, impulsó una agenda de globalización, inversión extranjera y reformas institucionales.
Su visión del Estado fue más flexible, orientada al diálogo y al posicionamiento del país en el escenario internacional.
Estas analogías no pretenden igualar contextos, sino trazar líneas de continuidad en los estilos de liderazgo dominicano.