A muchos nos provoca la idea de iniciar o retomar planes y/o proyectos. Esa dinámica le da sentido a la vida. Esto así, porque ocupamos el tiempo, lo cual hace nuestra existencia más amena y productiva.
Afortunadamente, la tecnología permite disponer de información y datos que en épocas pasadas eran algo impensable.
Considero que esa realidad contribuye significativamente a mantener buenos niveles de salud física y mental. Quizá, esa sea una de las razones del incremento en la esperanza de vida del ser humano.
Saberse útil es una bendición divina, y, debemos compartirla con nuestros semejantes a fin de propiciar un legado positivo a las futuras generaciones.
El privilegio de haber visto caer las 12 hojas del almanaque nos compromete a ser entes proactivos y emprendedores, sin tomar en cuenta las hojas que han caído a lo largo de nuestras vidas.
Es algo muy humano eso de querer empezar algo cuando algo ya se termina y, aunque el nuevo año cambie algunas cosas, debemos mantener la decisión de trazarnos metas para el logro de nuestros objetivos.
Alguien dijo: “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad”.
En año nuevo, debemos luchar para romper la inercia que nos mantiene atados a la rutina cotidiana, y emprender con entusiasmo y voluntad los planes y proyectos que nos hayamos forjado.
La belleza de nuestra vida consiste en que, al revisar nuestras resoluciones el día de fin de año, descubrimos que hemos logrado una gran parte de las aspiraciones originales.
El orgullo personal es la recompensa al esfuerzo que hicimos para lograrlo todo. Ese orgullo es sano, por tanto, merece ser renovado y reforzado.
Si así lo hacemos, seremos ejemplos dignos para imitar por las futuras generaciones.