(I)
Un apreciado número de madres del siglo XX se enclaustraban, templadas en el paisaje del sacrificio más asombroso, y alumbraban en un sosegado cuarto hogareño, acurrucadas en las sábanas de los principios tradicionales más acendrados. ¡Cuánto arrojo y cuánta pureza!.
Valientes en sus rostros divinos, los testimonios vivenciales hoy sobrecogen en el escalofrío: en la década de 1920, la comadrona Merced Cuello practicaba el parto a Profeta López en La Guázara (fundada en 1884), Barahona, y con un pedazo de botella cortaba el cordón umbilical del bebé. Así se estampa una época de cuasi heroísmo parturiento, que se guarda como memoria de una forjadora de vida.
El primogénito de Profeta, Ernesto López López (La Guázara), contó a quien escribe que la obstetra empírica Merced Cuello llegaba a la casa y manualmente medía los centímetros de dilatación del cuello del útero de la embarazada. Si proyectaba que el descenso estaría en unos minutos, pedía una botella y que prendieran un fogón.
Encima de la candela colocaba una vasija con agua, en la que introducía un trozo del citado recipiente. Así esterilizaba el instrumento que le serviría de bisturí. Con las exploraciones de sus manos y las contracciones uterinas acompasadas y graduales de la paciente, resbalaron al camastro Ernesto, Dámaso, Román, Julio César (Chequelo), José Amador (Bocio), Zulema y Manuel (Pie), sin registrar una sola emergencia.
Zambullido en la añoranza de la soledad pretérita, revivió Ernesto López (1920-2000) que para iniciar el proceso de expulsión del feto, la comadrona dejaba en la casa únicamente a su padre Leonardo López, y mandaba a los muchachitos a jugar en las callejuelas de la risueña comarca de La Guázara, enclavada en 1920 con más o menos 20 ranchos en un cerro de la extensa montaña del Baoruco, a ocho kilómetros del casco urbano de Barahona.
Martina Gómez Pérez, quien abrió los ojos en Barahona en 1928 y reside en La Guázara (nombre de un árbol) desde muy pequeña, recuerda que Merced Cuello era “corajuda y media renquita”, y que luego en ese paraje fungieron como parteras Rosalía Urbáez y Paulina Ramírez.
Los partos eran normales, sin cesáreas, como también ratificó Elasia Valentín de León, quien con 105 años a cuesta y una sonrisa sobria soltó las palabras en su memoria prodigiosa. Sus hijos confirmaron su impactante revelación: “no sufro de ninguna enfermedad”, durante una entrevista hecha a ambas por este periodista, el Jueves Santo de 2024.
En su maternidad, Profeta López nunca se hizo un análisis de laboratorio, porque en el referido poblado no había centro médico. Ella falleció en 1981, en Barahona, a los 80 años. “Profeta me crió como una hija”, hace constar Martina Gómez Pérez en el referido y separado encuentro.