La austeridad, concepto tan llevado y traído en las últimas semanas, debe asimilarse como un valor universal y permanente, en tanto y en cuanto implica un proceso de maximización de recursos que procura obtener, en términos de calidad, mejores resultados al menor costo. Usted, compelido como está a extender sus ingresos hasta que duela, comprende lo que significa ser austero.
En ese sentido, no habría que detenerse a considerar las características particulares de una situación determinada para decidir si se procede con austeridad, sino que se refiere a un norma de conducta al margen de coyunturas.
Tal circunstancia tiene mayor validez en sociedades como la nuestra, donde todo está por hacerse, por lo que constituye una obscenidad dilapidar los escasos recursos, máxime en períodos de crisis extremas como los actuales.
Los administradores de la cosa pública están en el deber de actuar como buenos padres de familia, utilizando los fondos colectivos que les han sido confiados en la forma más eficiente y rindiendo cuentas de sus actuaciones.
Entre nosotros se ha procedido en dirección contraria a la descrita y los reclamos por la aplicación de políticas públicas de austeridad han sido constantes, pero al parecer se han reducido a poses que han quedado develadas cuando se han hecho intentos por actuar con racionalidad en los gastos del gobierno.
En la recién instalada gestión pública se ha anunciado una serie de medidas tendentes a enviar una señal de comedimiento en sus erogaciones y lo menos que algunas voces han alegado es que se trata de una ridiculez, sin reparar en el hecho de que en un escenario que, como el nuestro, suele confundirse lo público con lo privado, hay que dar ejemplos contundentes para que el mensaje produzca sus efectos.
En la actualidad, como forma de combatir la crisis que estremece el mundo, se debaten dos corrientes económicas diferenciadas por el criterio del manejo del gasto público. Una propugna por una reducción dramática del mismo y otra por su expansión como forma de dinamizar la economía.
En ninguna de las hipótesis resulta excluyente el concepto de austeridad referido. El es compatible con una política agresiva de inversiones públicas, siempre que se haga a partir de criterios de prioridad, transparencia y rentabilidad de los proyectos donde se coloca el dinero. Eso es muy distinto a actuar de forma irresponsable, como si se tuviera licencia para echar por las cañerías el sudor ajeno.