Articulistas

Bernardo Palombo

Bernardo Palombo

Chiqui Vicioso

El día doce de este mes NY se vistió de luto y arte para celebrar la vida de Bernardo Palombo, un argentino de Mendoza que transformó la cultura del Alto Manhattan, con la creación de un centro cultural que denominó Taller Latinoamericano, en Broadway y la calle 106th.

En ese taller no solo impartían clases de español, sino también de guitarra, percusión y todos los instrumentos con que se crea la música latina.  Sitio preferido de poetas en el Taller puse a circular mi primer libro Viaje desde el Agua, (1977), con el privilegio de tener como presentador al gran poeta nacional de Puerto Rico: Clemente Soto Vélez y como moderadora a la fallecida y bellísima Ilka Tanya Payan.

Por los salones del taller pasaron Víctor Fragoso, poeta y dramaturgo, el primero en estrenar un musical en Of  Broadway llamado The Bag Lady; Iván Silén, con su capa de Pájaro Loco, y los amigos de Bernardo Eduardo Galeano, y “la negra” Mercedes Sosa.

Asistir al taller, donde reinaba Bernardo como un sumo sacerdote, era casi una religión.  Allí nos recibía con una efusividad sin límites, una fraternidad y generosidad que ya no existen.

Aquí, Bernardo se dio a conocer en “7 días con el Pueblo”, y aquí compuso algunas de sus mejores canciones, entre ellas “Altagracia de Baní”, sobre una niña prostiuída que conoció en el malecón, canción de una poesía conmovedora que espero algún cantautor criollo rescate.  Y se hizo muy amigo de Freddy Ginebra, (y Sonia Silvestre), en cuya Casa de Teatro se presentó varias veces.  Freddy además organizó una exposición de sus dibujos.

En la Catedral San Patricio, la iglesia con que Rockefeller intentaba desplazar a Notredame, en belleza y tamaño, a cuadras de Columbia, Bernardo estrenó su “Misa Latinoamericana”, con voces de toda la región, un evento que le ganó mucha fama como cantautor.

Empero la fama mayor la ganó como anfitrión de enormes asados  que organizaba en su casa en Queens, y luego en un castillo que le cedió en préstamo uno de sus estudiantes millonarios, entre ellos, créanlo o no, Caroline Kennedy.

Allí nos dábamos cita religiosamente para celebrar entre vinos, carnes, risa y canciones la dura y bella vida de inmigrantes “felizmente indocumentados”  en una ciudad que solo recuperaba su humanidad cuando Bernardo repartía alegrías.

En uno de esos asados conoció su hermano Jorge a la entonces más bella de las dominicanas:  Paula Terrero,  y conformaron una familia hermosa, que debe a Bernardo y sus oficios un proyecto de restauración de viviendas donde se dieron cita negros y latinos inaugurando una modalidad de lucha y comunidad, inédita en la historia de la gran manzana.

¡Te extrañaremos hermano!