El Colegio Médico ha entrado en razón al anunciar la suspensión de las huelgas en hospitales públicos que sólo sirven para flagelar a la población pobre a la que se le niega el derecho constitucional a recibir servicio de salud.
Retomar el diálogo ha sido una decisión sensata de los directivos de ese gremio que parecían regocijarse con cerrar las puertas de los centros asistenciales y definir como un éxito que los pacientes retornaran a sus hogares sin aliento.
El Ministerio de Salud y el Colegio Médico tendrán tiempo de sobra para auscultar caminos de avenencia en torno a sus reclamos de aumento salarial y de mejoría en el servicio nacional de salud, con el buen juicio de conciliar lo ideal con lo posible.
La ciudadanía se ha librado de otro paro nacional, que había programado el CMD, el cual tampoco serviría para tumbar el pulso de las autoridades, toda vez que el presidente Danilo Medina advirtió que no habría diálogo con huelgas.
No menos que justas son las demandas de aumento salarial para los galenos y demás personal del sector público de salud; lo que se objeta es el empleo del método áspero e inhumano de cerrar los hospitales aun sea por cinco minutos.
En cuanto al reclamo de que se fije el 5% del Producto Interno Bruto (PIB) para el sector salud, el Colegio Médico debería entender que esa es una meta que requiere conectarse con un previo acuerdo de fiscalidad, que garantice un incremento en la presión tributaria en esa misma proporción.
El diálogo acordado por el gremio médico y las autoridades permite evitar que un reclamo justo se contamine con la coyuntura del proceso electoral y que la ciudadanía pague los platos rotos de la insensatez e intolerancia.
Se sugiere que Colegio Médico y Ministerio de Salud permanezcan en sus asientos dialogantes hasta que por la chimenea salga humo blanco de un acuerdo satisfactorio, para que nunca más se retorne a la pugna de quién mata primero al pueblo pobre, si las deficiencias hospitalarias o las huelgas médicas.