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Calíope, la desaparecida librería  dominicana en NY

Calíope, la desaparecida librería  dominicana en NY

NUEVA YORK. ¿Cuales razones podría tener un periódico tan prestigioso como The New York Times” para hacer un reportaje amplio  a un dominicano que vende libros de auto-ayuda en una mesa, en una de las avenidas de Washington Hithgs?

Ese dominicano se llama César González y tras su nombre hay una historia que vincula el amor por el libro, la visión precursora para un negocio cultural que representó un hito para la literatura dominicana y que todavía hoy, pasados los buenos tiempos, los titulares, el pan de miel que representaba su espacio, llamado Calíope, – el gran espacio para el libro dominicano- sigue manifestando su amor por el libro.

César ya no esté dentro de su librería. Calíope es un recuerdo vivo…pero es también un negocio que debió cargar con el dolo de su propia muerte.

“Amo el libro”

César González representa ese tipo de personalidad que asimila los golpes de la vida porque él se encuentra en una posición que poco tiene que ver con las fluctuaciones económicas de un momento.

“Simplemente soy un amante del libro, y dentro de las dimensiones de su poder y concepto, amo el libro dominicano. De esa pasión surgió Calíope, que pretendió ser un centro al servicio de la narrativa y la poesía nacional” dice.

Hermano de Chico

Mucha  es la gente que no sabe que César nació en Villa González, Santiago, como parte de una familia de grandes inquietudes sociales.

César era hermano de Chico González, aquel apuesto muchacho declamador que se dio a conocer con la frase “Media Isla”, como figura hablante del grupo músico-vocal Expresión Joven, fundado en por Ramón Leonardo, en la dura época de  dictadura constitucional deldoctor Joaquín Balaguer, cuando hablar de libertades y apoyar a los presos políticos y honrar la memoria de Francisco Alberto Caamaño, podía costar la libertad y la tortura.

 La realidad hoy

Los tiempos de Calíope han pasado. La era “cultural” que generó esa librería, punto obligado de todos aquellos escritores que, residiendo en NY o visitantes de La Gran Manzana, acudían aquí para ver y adquirir todo lo nuevo que en literatura  dominicana, había salido.

González vende hoy libros en una mesa, justo al frente de donde estaba Calíope, donde hoy opera otro negocio en capacidad de cubrir sus costos.

Los libros que vende César ya no son dominicanos. La temática que ofrece es la que tiene más salida para el dominicano común: auto-ayuda y crecimiento personal.

Los libros que ofrecen mejoramiento de actitudes y perfeccionamiento de talentos, han sustituido la poética de un Mateo Morrison, la imaginería rural de una Angela Hernández, la fuerza estética de un Tony Raful o los versos anárquicos y coreografiantes de un Tomás Castro Bourdiez.

César tiene que vender lo que se vende, porque de nos ser así, no come. Este hombre fue envuelto en su propio amor desmedido por el libro dominicano, y perdió la perspectiva de lo empresarial. Gran lección que ahora trata de retomar.

Impuestos  iletrados

La ciudad de New York es cara. Y establece, por medio de sus instancias recaudadora, del pago de impuestos que no tienen resquicio algunos en el gusto estético.

Los impuestos se tragaron a Calíope y junto a esa carga, la falta de una masiva tradiciòn de lectura de una comunidad dominicana que tiene otras opciones como colectivo, fueron los factores que llevaron a Calíope a ser hoy el recuerdo de la más importante y lúdica librería dominicana en la ciudad de New York.

UN APUNTE

Un café afectuoso

César González es un ser apreciado en la comunidad que  tiene conciencia de lo que representó. Franklin Gutiérrez, ex-Comisinado de Cultura, ha hecho la costumbre de llevarle inter-diario, un café, como un gesto de afecto.

LA FRASE

“A Calíope se la comieron los impuestos y la falta de lectores”

César González

Fundador de la Librería Calíope, NY.

El Nacional

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