Hay muchas calles por las que es difícil transitar a pie, y en vehículos ni se diga. Tienen tramos colmados de talleres que ocupan las aceras, donde los vehículos en reparación con frecuencia bloquean el tránsito.
Pero también se cuentan distintos tipos de negocios, algunos de los cuales privatizan espacios con cadenas, conos y otros obstáculos. Pero la única preocupación del Intrant y de la Digesett son las intersecciones, sin importar la cuantiosa inversión en semáforos para regular la circulación de vehículos.
El Gobierno se gasta una fortuna en agentes, radios, motores, vehículos y sabrá Dios sin beneficiario para los usuarios del transporte.
Pese a la pandemia sanitaria, que ha reducido todas las actividades a su mínima expresión, la congestión de las vías está tan endiablada como en los peores tiempos.
El domingo en la autopista Las Américas hubo un tapón colosal, que llegaba prácticamente a Boca Chica.
A veces la causa es algún vehículo averiado, pero es una situación que ocurre por breve tiempo. Las autoridades no parecen tener respuesta o estar en capacidad de tomar el toro por los cuernos en el problema del tráfico.
La población está resignada, pero sin dejar de reconocer el costo económico y emocional que tienen los prolongados tapones. De la misma manera que se han creado gabinetes para abordar problemas puntuales tendrá que hacerse lo mismo con el tránsito. Así tal vez se hable de cambio en ese sector.

