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Caos tránsito

Caos tránsito

Ernesto Guerrero

Meterse en el tráfico de Santo Domingo es como lanzarse a la jungla urbana, una aventura que pone a prueba la paciencia y la destreza de cualquier conductor intrépido.

Entre la marea de autos, la falta de estacionamientos y la danza caótica de motocicletas y vehículos pesados, la experiencia se convierte en todo un reto digno de un explorador moderno.

El aumento explosivo de vehículos ha dejado nuestras calles en un constante atasco, convirtiendo el simple acto de ir de un lugar a otro en una odisea diaria.

La relación desigual entre la cantidad de vehículos y el espacio vial disponible da lugar a trayectos más largos, que, además de agotar el tanque de gasolina, también agotan nuestra paciencia.

La búsqueda del codiciado espacio para estacionar se convierte en una travesía épica, con la gente estacionándose en doble fila y en rincones prohibidos como si fueran los héroes rebeldes de la carretera. Esto no solo hace que los conductores se tiren de los pelos, sino que también aparece un necio –Ta bien cuidao-

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Las motocicletas y vehículos pesados parecen tener su propio código de tráfico, o más bien, la ausencia de uno. Los motoristas se lanzan entre los autos como si estuvieran participando en una carrera de obstáculos, ignorando por completo semáforos y normas de adelantamiento. Mientras tanto, los vehículos pesados transitan a altas velocidades. 

¿Cómo podemos escapar de este atolladero? Es hora de desplegar soluciones audaces y decididas. Primero, frenar el crecimiento del parque automotor y darle un impulso al transporte público con inversiones sustanciales.

Segundo, combatir el estacionamiento salvaje con multas efectivas, con un equipo de empleados encargados de poner orden en las calles.

Tercero, poner a trabajar a las autoridades de tránsito, aumentar la vigilancia y aplicar las leyes de tráfico de manera constante. En áreas críticas, considerar la prohibición del tránsito de camiones y limitar las motocicletas a un solo pasajero.

La conciencia ciudadana también es clave. Campañas de educación vial pueden ayudar a que todos respetemos las normas y contribuyamos a crear un ambiente más seguro en las carreteras.

En resumen, solo a través de medidas creativas y cambios culturales audaces podremos domar este monstruo de tráfico y dejar atrás nuestra reputación de líderes en tasas de muertes por accidentes automovilísticos.