La respuesta del Gobierno ha sido rápida frente a las muertes, inundaciones y los cuantiosos daños causados por la tormenta Laura.
Pero en esta como en otras ocasiones ha aflorado el mismo drama de las carencias y precariedades en que viven cientos de miles de familias en zonas vulnerables a los efectos de los aguaceros, crecidas de ríos, arroyos y cañadas o fuertes vientos.
Las lluvias exacerban de tal modo las carencias que hay quienes las consideran el mejor parámetro de la pobreza en República Dominicana. La respuesta y solidaridad del presidente Luis Abinader, la vicepresidenta Raquel Peña, la primera dama Raquel Arbaje y de las autoridades municipales no se hicieron esperar.
Abinader y esposa no solo acompañaron a familiares de las víctimas en sectores como Los Ríos, sino que se dispuso la reparación inmediata de las viviendas afectadas por las inundaciones tanto en el Distrito Nacional como en el resto del territorio.
La vicepresidenta instruyó para que se asistiera con raciones alimenticias, medicamentos y se reubicara a los damnificados por la tormenta. Pero los efectos de Laura identifican una realidad que las estadísticas sobre crecimiento y desarrollo suelen ocultar.
Como si se tratara de un cuestionamiento a la inversión en sectores como la energía, el servicio eléctrico se desplomó.
La interrupción habría afectado a más de un millón de usuarios. Por ahora lo esencial es aliviar el dolor de los damnificados, pero sin soslayarse las precariedades en que subsisten tantas familias.

