Bipartidismo
Señor director:
De acuerdo con la Constitución y las leyes, seis partidos presentaron sendos candidatos a la Presidencia de la República y el pueblo soberano, a los seis, los seleccionó con votos. Unos más, otros menos.
A poco de llegar a la República Dominicana, y se cumplen ya cincuenta años, me pude percatar de que este acogedor pueblo era también ejemplar. Superior a sus dirigentes. La gloriosa jornada electoral del 20 de mayo lo confirmó. Y dio un solemne mentís al grupúsculo que denigra lo que ellos llaman falsamente el bipartidismo.
El sistema bipartidista es aquel que solo admite dos partidos, como en Estados Unidos y el Reino Unido. Pero aquí, según la Constitución y la Ley Electoral, la opción a constituir partidos es libre y abierta a la iniciativa de cualquier ciudadano.
Después, la libre y espontánea voluntad de los electores produce partidos mayoritarios y minoritarios. Nada artificial.
La espontaneidad popular tiene tanto poder para incidir en el tamaño de los partidos que un partido puede terminar varios procesos electorales contando una mayoría de afiliados y de votantes y en dos o tres procesos posteriores puede terminar en bancarrota política, nótese el PRSC.
Un partido puede obtener solo 17 mil votos, como el PLD, y ganar dos o tres elecciones presidenciales posteriormente. Porque para eso existen las alianzas y hasta las fusiones en el sistema de partidos.
Y todo, motorizado por el pueblo, libre y votante.
El que denigra el bipartidismo dominicano manifiesta que no cree en la voluntad popular ni en la democracia. Cuenten los dominicanos que votan y verán si el sistema es producto de la mayoría de la voluntad popular o no. Entonces, lejos de denigrarlo hay que enaltecerlo y confirmarlo.
El que denigra es, en realidad, partidario del totalitarismo. Se esconde bajo la careta del antibipartidismo. Pero pretende domeñar el derecho natural del pueblo a organizarse políticamente. Pretende atenazar al pueblo con las muelas de hierro del partido único y oficial.
Defectos y excesos en el ser humano y en sus organizaciones políticas, sociales o económicas siempre y en todo los habrá. Porque el ser humano es esencialmente limitado. El problema es el ser humano y no su sistema de organización política. Por eso, no hay que descartarlas, sino empeñarse con patriótico civismo en su perfeccionamiento.
Atentamente,
Lic. Francisco Dorta-Duque
Santo Domingo

