Miguel Vargas
Señor director:
Cuando Miguel Vargas expresa que desea un entendimiento con Hipólito Mejía, hay que tomar con pinzas sus palabras y entender que de lo que trata es de permanecer en el PRD para luego hacerse dueño del partido y entregarlo a los brazos de quienes siempre le han adversado.
Hipólito Mejía, en cambio, sí sabe que no puede aliarse con el contrario.
En algo hay que estar, sin embargo, de acuerdo con Miguel Vargas, y es en que el Partido Revolucionario Dominicano no puede ser solo el jacho prendío y la memoria de José Francisco Peña Gómez, que tiene que ser un partido en permanente actualización y modernizándose a cada momento, con las puertas abiertas para que entre sangre nueva que es la que, al final, dará vida.
Después de ser derrotado en las elecciones del año 2008, Miguel Vargas entendió como nunca la necesidad de la renovación. Lo que, sin embargo, no entendió, es que su lugar durante la campaña que finalizó hace unos días, su lugar estaba al lado de Hipólito Mejía y de la gente de su partido, de la gente con quien él tiene compromiso y se sentirá comprometida con él.
Aunque él crea lo contrario, para Danilo Medina y Leonel Fernández, él nunca dejará de ser una especie de calcomanía mal pegada, que se cae desde que se humedece.
La herencia de José Francisco Peña Gómez es la renovación, pero sin renunciar a los principios, a los postulados fundamentales que definen a la gente como perteneciente a un grupo o compromisario de una posición.
En la campaña pasada, estuve con Miguel Vargas hasta que el candidato del PRD resultó ser Hipólito Mejía, porque no podía yo cerrar filas al lado de Danilo Medina y el PLD, porque sabía que ellos no iban a querer el bien para los perredeístas, porque ellos siempre han apostado a que el partido se deshaga.
Si Miguel Vargas toma conciencia de esto, que, por suerte, todavía está a tiempo, se convertirá de nuevo en un líder dentro del PRD a quien ni Hipólito Mejía ni nadie podrá discutirle el primer lugar en las bases, pero si insiste en seguir juntándose con el enemigo, va a ser repudiado, y eso, aunque sea penoso, es una sentencia.
Atentamente,
Rafael Pineda Carpio
Santo Domingo

