¡Violación como panacea!
Señor director:
Los países y organismos internacionales, no pueden gestionar ninguna ayuda a favor del pueblo haitiano violando los derechos humanos y las leyes constitucionales de la República Dominicana. El víctivismo haitiano exhibido en las cortes internacionales y dentro del territorio dominicano, sólo busca arrebatarnos nuestros propios derechos, nuestra dignidad, nuestra gallardía y mancillar la hospitalidad, la alegría y la dignidad de los dominicanos. Nos colocan en la posición de victimarios, cuando en realidad son los haitianos los que desde principios del siglo XX nos vienen injuriando, vejándonos internacionalmente, destruyendo nuestra economía, destruyendo nuestra salud, destruyendo nuestros bosques y reservas acuíferas, desdibujando nuestras costumbres, nuestra esencia, desplazando nuestros valores culturales y vienen carcomiendo nuestra independencia.
Desde el año 2002, el daño se ha ido agravando para los dominicanos gracias a la presión y la injerencia de la Fundación Clinton y la Fundación Kennedy que buscan, como solución divina para el problema haitiano, su fusión con el pueblo dominicano. Estas entidades promueven e invierten muchísimo dinero para que este proyecto llegue a su culminación final antes del 2020.
Las 300 ONGs en territorio dominicano al servicio de ese caballo de Troya, hacen todos los esfuerzos debidos, para movilizarlos cada vez más, en tierra dominicana sin que el pueblo dominicano advierta las funestas consecuencias que esto traerá. Hacen falta políticos de convicción, de integridad, de sentimientos patrióticos y desapegados a sus intereses personales por la consolidación de su poder político y monetario.
Los gobiernos que hasta la fecha nos han gobernado han consentido que se agrave el problema de la migración haitiana por falta de una política de acción. A este mal se le suma uno más, que a mi entender es tal vez el más importante de todos, la falta de intelectuales responsables comprometidos con su país. El rol del intelectual a través de la historia ha sido el de influir desde fuera del poder político en el sentir de la sociedad, en la vida laboral y en los ámbitos de poder político y burocrático. La voz de la clase intelectual tiene un peso real dentro del complejo sistema de poderes que determina el curso de un país. Hoy más que nunca la patria pide a voces, cerebros independientes capaces de analizar sabiamente, de desligarse de sus compromisos partidistas, con el único y legítimo propósito de sobre guardar la independencia de la patria.
Atentamente,
María Consuelo Hernández.