Licencia para mentir

Señor director:

Tal vez todos nos hemos deleitado alguna vez con el pintoresco personaje de la pantalla grande conocido como James Bond, el Agente 007, de cuyas hazañas hemos reído y disfrutado desde hace décadas.

Recuerdo una de las tantas sagas titulada Licencia para matar, y me llamaba la atención por su sugerente título.

Hoy día, gozamos, para nuestro perjurio, de otro pintoresco personaje en nuestra diáspora. Es el político dominicano.

Estos políticos protagonizan casi a diario la saga Licencia para mentir y la manera de interpretar el papel no puede ser menos que magistral, digno de los más altos galardones de alguna academia.

Vemos cómo nuestros políticos hacen declaraciones, promesas, juramentos y afirmaciones sin el más mínimo pudor y luego, ante el golpe de la reluciente verdad que aflora y les golpea, se escudan aduciendo a la naturaleza de su oficio.

Es decir, ellos se autolicencian para mentir.

Frustrante es pensar que ese quehacer político es el que se presenta ante el electorado con real capacidad de llegar a gobernar los destinos de este país y no haber instituciones, públicas o privadas, incluyendo los medios, capaces de, por lo menos reprochar, censurar su actuar, por no decir sancionar.

Estamos, pues, llevando la falacia a la cúspide de nuestro ya decadente sistema democrático.

Empecemos por valorar la verdad, después de todo por ella murió Cristo.

Atentamente,

Omar López

Santo Domingo

La resaca

Señor director:

Siempre escuché decir a mi padre que serían mejores las parrandas si no existiera algo llamado resaca.

Y resaca hay, en verdad, después de cada una de las actividades de campaña de los políticos criollos, cuando dicen frases que a ellos les suenas graciosas pero que a la gente le caen mal. Entonces, ahí vienen los relacionistas públicos a decir que no fue así.

Quien quiera saber si es cierto lo que digo, que revise los archivos a ver cuántas veces Danilo Medina y Hipólito Mejía han dicho que fueron citados fuera de contexto. La verborrea, también da resaca.

Atentamente,

Rafael Saldívar

Santo Domingo