El PRD y Miguel Vargas
Señor director:
Antes, durante y después de la convención del PRD el pasado año, el presidente de esa organización competía con el hoy candidato a la presidencia, Hipólito Mejía. Ellos evidenciaron que sus candidaturas eran antagónicas y debatieron en forma hasta irrespetuosa. Durante y después de la convención, Miguel Vargas echó el pleito tras entender que el triunfo que obtuvo Hipólito Mejía fue fraudulento. Aceptó su derrota varias semanas más tarde.
Desde entonces todas las iniciativas, incluyendo aquellas que el propio Miguel contribuyó a propiciar, para la unificación de ambos líderes, ha fallado, y ha habido altercados públicos poco considerados. Miguel debe cumplir con su obligación moral con la militancia del PRD, que lo puso en el más alto cargo del partido para que lo guíe con estrategias políticas correctas hacia las metas programáticas preconcebidas. El debe desponer su actitud y acceder al reclamo de los perredeístas. En actitud de humildad Hipólito debiera acercarse a Miguel con la sana intención de limar asperezas y trillar juntos el camino que conduzca al PRD al Palacio Presidencial.
Por la relación de Miguel con el gobierno y el trato de distinción que los más agrios dirigentes del PLD le dispensan, ha sembrado la duda entre sus compañeros perredeístas, que lo califican de ciego, sordo y mudo, parafraseando al difunto Balaguer. En verdad, hay que ser muy negador de compromiso, de solidaridad y de lealtad para cargar con la postura que Miguel Vargas asume ante la colectividad masificada del PRD. Esa actitud, en vez de política, es personalista. Si el PRD perdiese las próximas elecciones, Miguel le habría asestado una lesión permanente a su partido y él cargaría de por vida con la imputación de que actuó con deslealtad.
Dentro del monopolio partidario polarizado ahora en dos grandes partidos, debieran pactar la alternabilidad en el poder para dar paso a la escobita nueva o reciclada, y para que ningún presidente electo por un partido, vaya más allá de cuatro años y que la gran legión de seguidores, de última y penúltima categoría asegure comida minima durante cuatro años.
Justamente esa masificada población de pobres que se despatilla detrás de los candidatos, es la que no le perdonaría al presidente del PRD una nueva derrota, por estar de orgulloso y no diferenciar una actitud política de una actitud personalista.
Atentamente,
Lic. Santiago Martínez
Santo Domingo

