Una propuesta
Señor director:
Propongo que realicemos un estudio etnográfico de nuestra calle, sí, de nuestra calle, no de manera superflua, sino adecuadamente humana, desde el pasado al presente, para conocer qué es lo originario de allí como hechos vividos y concretos, así como elementos constitutivos de la sociedad; que observemos cómo fue y ha sido su evolución, cuáles son los vértices en que hemos confluido los fundadores con los pobladores llegados posterior a 1968, fecha en la cual se hicieron las primeras trochas para trazar un posible sendero para ir accediendo a esta plantación de algodonales y dulces caimitos, donde con vuelo, alto y libre, las lechuzas tenían estas tierras, y el cielo en las noches, como su habitad preferido.
Lo que propongo es que nos observemos, y nos miremos en el interior, que compartamos lo que trae como identidad la «noción de vivencia» (Er lebnis), esa que todo/a etnógrafo/a busca en los pueblos como esencia, como sustancia, para comprender los procesos.
Sé que todo es temporal, hasta la existencia misma, pero también sé que en el plano de lo temporal existe «lo otro», lo que no se conoce, los que los ojos ajenos a la comunidad no contemplan, puesto que sé, además, que la temporalidad sufre de la doblez de ser engañosa cuando se hace un fenómeno de la coetaneidad o relaciones que se formulan desde los rituales del desarraigo.
Quizás se piense que estoy haciendo una simple intrusión del pasado, pero creo que dentro de la «noción de vivencia» (Er lebnis) que planteo, se hace necesario que cada comunidad se apropie, investigue, y procure exponer reflexiones sobre su producción ideológica, política, filosófica, cultural, estética, etc., que es lo que permite conocer desde el ámbito de las ciencias su formación, y los valores espirituales que une, que compacta, esa metafísica de la Historia que se llama movimiento, niveles de desarrollo y períodos de tiempo.
La «Calle Baní», como ya he expresado, tiene una «larga duración» (longue durée) como identidad de esta comunidad de la Urbanización Tropical; está inscrita en la corteza del paisaje, entre el primer farallón del Mar Caribe, hacia el sur, mirando siempre hacia los crepúsculos que nos guían la vista hacia la población de Baní. Se mantiene con su magna corteza terrestre de frente al Malecón.
Es la abertura terrestre que lleva a la histórica cueva donde se escondían los insurrectos de mediados del siglo XIX que actuaban contra los gobiernos de factos, despóticos y anticivilistas de ese siglo decimonónico, donde perecieron tantos y tantos dominicanos.
Atentamente,
Ylonka Nacidit Perdomo

