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El maestro

Señor director:
Sin que haya que caer en añoranzas, es preciso que se avizoren tiempos en que la sociedad, a través de sus instituciones oficiales, religiosas, civiles, culturales, se disponga (en lugar de enrostrarles faltas) a emular a quienes se han decidido por la labor magisterial. Así enseñan a las generaciones presentes y venideras a valorar esa función social y humanística, la más elevada y meritoria del conjunto. Cuando esto suceda la sociedad estará trillando un rumbo más promisorio. Hay que devolverle la dignidad y grandeza arrebatada por los tropeles de la posmodernidad e irreverencia ante el valor de la cosa y de las personas.
Mientras más pasa el tiempo, mas imborrable se torna en mi memoria la figura del maestro y de la maestra con ese valladar de ternura enlazada, no se cómo, con la autoridad y el compromiso de enseñar, y combatiendo la desidia, la apatía, o la práctica de estudiar solo para el examen. Como bien dice el himno de graduación: Noble enseña del aula bendita/ donde vierte el maestro su fe… Así lo sigo percibiendo aun en medio de las vorágines que les apabulla, denigra y maltrata.

La grandeza del ejercicio docente no ha pasado desapercibida. En el ejercicio de la palabra escrita ha sido inspiración para canciones, himnos, ensayos y poemas. En el libro “Entre dos crepúsculos”, una selección de textos, de Domingo Moreno Jimenes, realizada por Basilio Belliard y Plinio Chaín, encontramos el poema “Maestra”, cuya dulzura y candor hacia la educadora, no le impide proyectar esa forma de pensar que acuña el anhelo de lo que debe ser, para muchos/ as el maestro o la maestra.

El poeta idealizó así a la maestra: “Así, minuciosa y sumisa / te soñó mi egoísmo/ y te anhelan así mis hijos que están en gestación / desde la infancia.

De este modo cada quien idealiza a la maestra y al maestro para que llene sus expectativas. Así piensa la sociedad en que vivimos. Ese modo de pensar facilita los ataques dirigidos hacia los trabajadores/ as de la enseñanza cuando se entiende que estos no se encaminan en la dirección esperada.

Por eso se les sindica como responsables de los males de la sociedad, incluidos aquellos que deberían ser responsabilidad exclusiva de la familia, y del Estado, que debe facilitar a esta, las herramientas para manejar situaciones que seguramente no pertenecen al programa de formación docente en ninguno de sus niveles: primario, medio u universitario.

Hay que reflexionar pues hoy día las y los docentes son blanco la violencia callejera en general, como si fuera parte de una línea trazada en base al irrespeto y subvaloración.

Atentamente,
Melania Emeterio

El Nacional

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