Los jóvenes, en todas las épocas de la humanidad han sido los motores del cambio, de las revoluciones y del atrevimiento.
¿Cuántos adultos que me leen en este momento tienen en sus mentes las travesuras que escenificaron antes de cumplir 21 años?
¿Cinco jóvenes muertos “en segundos” en un accidente automovilístico que fue anunciado a las redes minutos antes?
¡María Santísima, el mundo se está acabando!, sentenció una de mis pacientes en estos días.
Tengo tres amigos que en los últimos años han perdido a sus hijos fruto de la temeridad que genera el exceso de velocidad.
Ocupamos un lugar nada deseable en las estadísticas mundiales por este tipo de muertes violentas.
¿Es el uso y abuso de sustancias un detonante de la velocidad en la conducción de vehículos de motor parte del problema?
¿Es la noche y las madrugadas con su manto de silencio y exceso de confianza que eleva la adrenalina y la dopamina del placer de lo prohibido?
¿Es la imprudencia, que nos ha hecho perder a big leaguer en medio del exceso de velocidad en autopistas estrechas que invitan a acelerar a más de 180 km. por hora?
¿Será que poner las llaves de un auto en manos de menores de 21 años sin supervisión es una invitación a la muerte?
¿Es que el Intrant o como se llame, no puede con los recónditos impulsos de la juventud desafiante?
¿Es que además de alcoholímetros; policías acostados; AMET o como se llamen, necesitamos ofrecer más educación y menos represión?
Estamos en medio de la prisa.
Tenemos hijos seductores que nos endulzan con un ”papi préstame la llave…”.
Se acerca la narcolepsia de las caravanas y de las nuevas esperanzas del proselitismo hipócrita y lleno de piñatas, de promesas que no se cumplirán jamás….
En cada mujer que muere en manos de su preboste; en cada joven que deja la vida a destiempo y en cada abusador, llámese como se llame, está latiendo una sociedad donde la palabra crisis e incertidumbre se ha llenado de inconductas de todo tipo.
En estos días, además, un hijo militar, por cierto acaba de matar a su madre y como si esto fuera poco, un joven empuja de forma violenta a una jovencita a una piscina con lo que termina ahogada por sumersión.
¿Qué le puedo yo decir a los padres dominicanos, insomnes crónicos mientras sus hijos no llegan a la casa a las 4 de la madrugada?
¿En qué estamos fallando?
¿Es la genética? ¿Es la crianza? ¿Es el uso abuso de los mensajes inductores que nos inyectan las redes sociales?
¿Es qué no se le teme a Dios, a la Justicia, al castigo y rechazo de la sociedad?
¿Es que tenemos que conformarnos con un porcentaje de la sociedad con tendencia innata a la violencia en la Autodestrucción (suicidio) y en la heterodestrucción (homicidio)?
Cuando vi el video, filmado minutos antes por los cinco jóvenes que en medio de velocidad, la euforia y quien sabe qué más cosas, advertí que se despedían de lo que pudo ser una vida útil.
Paz a sus restos…