¿Qué Pasa?

CINE Y SOCIEDAD

CINE Y SOCIEDAD

¿Por qué perder el tiempo con una necedad como “Soy el Número Cuatro”? Las razones pudieran ser varias, pero todas se reducen y concluyen en el mismo callejón sin salida: la pobreza de los estrenos es abrumadora, y uno, entre agobiado y acorralado, se ve de pronto sin opciones. Al final, uno termina como el alacrán, compelido a actuar porque lo dicta la naturaleza, no porque el sujeto en cuestión nos inspira a ello.

‘I Am Number Four’ es un film hecho exclusivamente para teenager  imberbes, y en particular  para jovencitas menores de 15 años. No habría nada de malo en ello si la película tuviera al menos la más mínima cuota de inspiración o verosimilitud. Pero eso es mucho pedir. Lo que prevalece aquí es la cursilería más boba y genérica, y por supuesto, el sin sentido.

John Smith, nuestro héroe de turno con súper poderes, interpretado con la energía de un zombie por Alex Pettyfer, forma parte de nueve aliens que han llegado a la Tierra como únicos supervivientes del devastado planeta Lorien. Detrás de ellos llegan también los ‘terribles’, Mogadorians, sus perseguidores a través del universo, y rápidamente eliminan los tres primeros en el orden. Smith es el numero cuatro, obviamente, y el resto de este pastiche plagado de clichés es tan predecible como infantil y anacrónico.

Lo que verdaderamente sorprende de esta barata mezcla de ciencia ficción e insípido romance adolescente, es el explicito interés de los productores y el director D.J. Caruso, por establecer el film como el primer capítulo de una franquicia, mientras al mismo tiempo la producción carece del más leve destello de originalidad.

Los actores aquí son meras marionetas al servicio de un titiritero más empeñado en copiar patrones, que en crear emoción. Pero eso sí hay gritos, persecuciones y explosiones –por algo Michael Bay es el productor, no? – y todo ello cubierto, en ocasiones por un vistoso envoltorio, tiene como propósito crear ‘una nube de ruido’ para ocultar las deficiencias de un guión pueril, y francamente risible.

El Nacional

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