El tema de los precios de la gasolina es recurrente en nuestro país debido a su carga social y política. En esta ocasión ha vuelto porque luego de 3 años de haber congelado los precios atendiendo a la escalada alcista de los años 2021 y 2022, el Gobierno se vio en la necesidad de subir el precio de algunos de los combustibles.
Este tema nunca debió tener la carga política que tiene si se hubiera abordado desde un principio con transparencia y claridad, pero ya que optamos no hacerlo antes pues el mejor momento de traer esa transparencia es ahora, para beneficio de todos y para despolitizar un problema que nos sobrepasa.
Quizás una de las campañas informativas más efectivas y formidables en la historia moderna del Estado dominicano fue el “si baja, baja y si sube, sube”, la cual todavía resuena décadas después. Su efectividad es tal que esa campaña es al día de hoy el mantra de la discusión del precio del petróleo, de hecho, la queja por la actual subida de precio en algunos de los combustibles se debe precisamente a que se da en el contexto de una bajada notoria del precio internacional del petróleo por las expectativas de una desaceleración de la economía global, es a simple vista una violación a la promesa de “si baja, baja y si sube, sube”.
El problema es que esa campaña cometió el error de atar los combustibles a los precios del petróleo. El ciudadano no le echa a su vehículo ni paga por una porción de un barril de petróleo, este compra gasolina y esa diferencia esencial nunca ha sido explicada.
La Refinería Dominicana de Petróleo compra petróleo y tiene una capacidad de refinamiento de unos 34,000 barriles de petróleo al día, lo suficiente para atender un poco más del 15% de la demanda diaria de combustible del país, el restante 85% del combustible que consumimos se importa, y es ese costo de importar combustibles el que va a definir el precio final que paga un ciudadano en la bomba, no el precio internacional del petróleo en x o y día.
Mientras los dominicanos estamos pendientes de los vaivenes del precio del petróleo, porque así fuimos condicionados, ni nos enteramos que la gasolina con entrega en el puerto de Nueva York luego de alcanzar su punto más bajo de USD$1.89 el galón en septiembre de 2024, este llegó hasta USD$2.32 el 15 de junio pasado. Este precio sin dudas impactó el precio de la gasolina que importamos y explica la razón del reciente ajuste.
Transparencia significa comunicar periódicamente el precio del combustible importado y entregado en los puertos de la República Dominicana. Pero también significa comunicar el costo del subsidio al Estado, como este se aplica sea mediante una renuncia a una porción del impuesto que el Estado cobra en los combustibles o si se realiza como un pago directo, e igual de importante indicar si existe la intención del Estado de recuperar ese dinero.
Hace mucho la República Dominicana decidió manejar el precio de los combustibles mediante un control de precios, decisión que no pretendo juzgar a estas alturas. Pero ya que aquí estamos, lo mejor que puede hacer el Estado es ser obsesivamente transparente sobre como venimos fijando los precios y cual es el objetivo de esa política.
No existe un dominicano que no esté muy consciente de que en República Dominicana no se produce petróleo (Juan Luis Guerra inmortalizó ese conocimiento colectivo) y que el precio por el cual lo compramos no depende del Palacio Nacional. Hagamos honor al pacto colectivo que suscribimos con el “si bajan, bajan y si suben, suben”, definiendo con transparencia que es lo que debe bajar y subir.