Opinión Articulistas

Codicia de los potentados

Codicia de los potentados

Anulfo Mateo Pérez

3 de 4
La codicia, ese apetito insaciable, es un fenómeno psicológico que atraviesa culturas y épocas, incrustado en la historia de la acumulación económica. La personalidad codiciosa se caracteriza por una ansiedad permanente ante la idea de perder lo poseído y un impulso irrefrenable por acaparar más.

No se trata de una simple ambición, sino de un rasgo desmesurado que invade la conciencia, moldeando una identidad donde la seguridad emocional depende de lo que se tiene y no de lo que se es en realidad.
El codicioso tiene un vacío existencial que intenta rellenar con riquezas, poder o privilegios.

Ese afán lo lleva a la deshumanización: el otro deja de ser sujeto para convertirse en medio, instrumento o estorbo.

La codicia en sociedades marcadas por la desigualdad, se convierte en combustible de las élites que concentran bienes y privilegios, justificando su posición con discursos de “mérito” o “eficiencia”.

La extracción social de este perfil revela que, por lo general, la codicia se intensifica en grupos donde la riqueza heredada o el acceso privilegiado a recursos ofrece una plataforma para acumular sin freno.

La economía de mercado, con su exaltación del éxito individual y su medición del valor humano en cifras, ofrece terreno fértil para que la codicia florezca, se “normalice” y se convierta en virtud disfrazada.

En este escenario, la codicia actúa como engranaje de un sistema que perpetúa la inequidad. En tanto, quienes carecen de poder económico quedan relegados a la narrativa de que “no se esforzaron lo suficiente”.

El perfil psicológico del codicioso no puede analizarse al margen de la estructura social que lo respalda. La patología individual se nutre de una patología colectiva: un orden económico que fomenta la voracidad.