Editorial

Con todo respeto

Con todo respeto

El embajador de Estados Unidos, James Brewster, advirtió el viernes por televisión que sus adversarios no lo amedrentarán con lo que definió como una campaña “vulgar y abusadora” que mantienen en las redes sociales y otros medios grupos minoritarios que dice promueven odio y discriminación.
Al asistir acompañado de su esposo, Bob Satawake, al programa El Día, que se difunde por Telesistema, canal 11, el diplomático prometió que continuará su trabajo en favor de los sectores discriminados, la educación y por unas buenas relaciones entre su nación y República Dominicana.

Los señalamientos del embajador Brewster se interpretan como una respuesta a la iniciativa asumida por un grupo de ciudadanos de recolectar firmas para solicitar al Departamento de Estado su remoción como jefe de misión en Santo Domingo.

El Gobierno y la sociedad deberían lamentar la controversia pública que involucra al señor embajador de Estados Unidos, que parece generada por una confusión generalizada respecto al rol que debe asumir un diplomático, que nada tiene que ver con su situación personal o familiar.

Brewster no tiene que ofrecer ninguna explicación sobre el tipo o naturaleza de su matrimonio, una unión legal en Estados Unidos que debe ser respetada por todos los ciudadanos de la nación donde el diplomático presta sus servicios. Este país no es ni se parece a una jungla.

El problema con el embajador estadounidense no radica en sus asuntos personales o familiares, sino en la agenda política y social que intenta aplicar en este país, que parte de la hipótesis de que aquí se discrimina a los LGBT y a los inmigrantes haitianos.

La Constitución de la República garantiza derechos inalienables a todos sus ciudadanos, sin importar el color de su piel o preferencia sexual, aunque la Ley Adjetiva prohíbe el matrimonio gay y estatuye control migratorio, por lo que resulta innecesario promover una agenda basada en la falsa creencia de que desde el Estado o el Gobierno se ejerce discriminación contra esas minorías.

Es imperativo ofrecer seguridades al embajador Brewster de que aquí se respeta y se acepta su preferencia sexual y su demostrada sensibilidad por los inmigrantes, pero debe entender que no puede ni debe pretender imponer a los dominicanos una agenda extraña y contraria a su cultura, sus costumbres, tradiciones y su ordenamiento jurídico.

El Nacional

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