Parafraseando aforismos que se adecúan al [des]tiempo que acogota a la nación, cito éste de José María Vargas Vila, quien en un libro que ahora no recuerdo su nombre, dijo: «Los tiempos han pasado, mas no han cambiado».
Como si aún estuviéramos cabalgando las absurdas estepas de Concho Primo, con el reloj de la historia detenido en ese periodo de nuestro trajinar, tenemos personajes chocarreros que parecen devueltos al presente y con posibilidades de reproducirse en el futuro, como lo es el exgeneral Jorge Radhamés Zorrilla Ozuna, quien se destapa nuevamente con sus «zorrillaozunadadas», lanzando al suelo las anheladas institucionalidad y desarrollo del país.
«¿Cómo yo le cumplo a aquellos que buscaron los votos?», dice el ahora mandamás de la Dirección General de Desarrollo Fronterizo para justificar las decenas de cancelaciones que realizó en las provincias divisorias.
Claro está, el PRM no tiene calidad moral para oponerse a los cientos de rescisiones de Zorrilla Ozuna, pues ese partido al llegar al poder en el 2020 despidió a más de medio millón de personas, usando injustificadamente al Estado Dominicano como un botín de guerra (¡Concho Primo siempre!).
Encadenado a su papazo que busca sin resultados encubrir su pelo crespo, y a su Bigen 102, que persigue tapar su impertérrito tránsito por la tercera edad, el ex general en su laberinto es un ejemplo viviente del nepotismo que ponen en prácticas los gobiernos desde la época de La Restauración hasta nuestros días, colocando para que succionen desde «las ubres gubernamentales» hasta a sus trabajadoras domésticas.
En declaraciones a la prensa, Zorrilla Ozuna le colocó la cereza al pastel como oxímoron de su eterna burla, tildando de «normal» las inicuas supresiones de activistas del PRM, agregando que, «Vamos a actuar con tacto y prudencia».