Una buena conexión no proporciona, necesariamente, una comunicación efectiva. En manos inexpertas impide y destruye, por el contrario, el menor vestigio de una sana relación. La incursión indiscriminada de “comunicadores” improvisados en redes sociales viene generando un desorden tan dramático y extremo que ha hecho del caos la norma en las llamadas comunidades virtuales.
Y es creciente la amenaza de que este recurso comunicacional, en manos inexpertas, cobre fuerza para sustituir a auténticos y bien acreditados medios. Cualesquiera de los llamados ‘influencers’ se cree en la capacidad de reemplazar a connotadas y reputadas figuras de la sociedad, si node manera decente y prestigiosa, a fuerza de apabullarlas con millares de “seguidores” a la más calificada y bien intencionada opinion.
El asunto demanda, desde luego, un replanteo que quizás tenga que empezar por examinar y valorar las más elementales reglas de la comunicación, en tanto, su utilidad como elemento esencial de desarrollo.
El mensaje es validado a partir del interés y necesidades de cada público. MacLuhan entendía y promovía la idea de que los niveles de desarrollo de una sociedad están estrechamente relacionados con los de la comunicación. Nunca se refirió al crecimiento, pura y simple, de la conectividad, que es lo que facilita la Internet, cuyo uso correcto requiere de manos expertas. Lo preocupante de todo es que el proceso de profanación que denunciamos no se limita solamente al uso atropellado de la información pública per se es las redes sociales, sino que daña con frecuencia sagrados oficios tan delicados e imprescindibles como la medicina en todas sus vertientes.
Abundan consejeros y sanadores con globos mágicos con pretensiones de sustituir a especialistas. Y apenas mostramos aquí algunas pinceladas de un cuadro lamentable cuya forma de borrar y rehacer ignoramos por el momento.