Opinión

Conflictos religiosos

Conflictos religiosos

El conflicto generado por la amenaza de un pastor estadounidense de quemar el Corán el 11 de septiembre, como forma de protesta por la construcción de una mezquita cerca de donde una vez estuvieron las Torres Gemelas, pone en evidencia el punto más sensible detrás de los conflictos bélicos más importantes desde la Segunda Guerra Mundial, la religión.

 Luego que se alborotaran los musulmanes y comenzaran a quemar biblias, cruces, banderas americanas y a amenazar de muerte a medio planeta, se tuvieron que meter Hillary Clinton, Obama y hasta el Papa, a repudiar el anunciado acto, como para calmar las aguas, y tirar el verdadero problema debajo de la alfombra.

 El problema no es un pastor pirómano, ni un caricaturista ocurrente, ni turbas jurando a muerte. Es que,  unos 7,000 años luego de nacidas las primeras civilizaciones conocidas, la gente se está matando y el mundo se pone constantemente al borde de la guerra a raíz de historias escritas por gente que si hoy me viera hablar por un celular, lo hubiera considerado un milagro divino y me proclamaran a mí el Mesías.

 Pero lo  estúpido de estos conflictos no es la discrepancia de cuál Dios es mejor que otro (fundamentalmente de eso se trata), lo más notorio e indignante de las agresiones entre cristianos, judíos y musulmanes es ver los rostros de quienes matan y quienes mueren.

 No recuerdo oír de un Imán musulmán que se amarrara una bomba y se hiciera explotar, o un cardenal católico tomando una M-16 para ir a matar enemigos de Cristo. No, los que se mueren son los pendejos “creyentes”. El “líder religioso” que le dice qué hacer a sus feligreses se queda viviendo la muy buena vida a costillas del dinero ajeno, mientras el creyente hace sus oraciones en una casita modesta y se lanza a morir por su Dios a la espera de bondades en el Más Allá.

 La “creencia en Dios” es por mucho el negocio más lucrativo. Mueve sumas  que matarían de envidia a las grandes empresas petroleras o  de alta tecnología, todo libre de impuestos. Negocio que no sólo se mantiene a bajísimos costos, sino que logra un alto grado de fidelidad de sus consumidores, que no dudarían ni un segundo en entregar sus vidas por el producto,  y gozan del  apoyo de los gobiernos, que no temerían  lanzarse a guerras por ellas.

Con un negocio así, es  natural que los altos directivos  hagan todo lo posible por mantenerlo en marcha y produciendo  dividendos. Lo incomprensible es ver a gente supuestamente “racional” odiando o incitando al odio gratuito contra otra gente, sólo porque “mi libro de cuentos me gusta más que el tuyo”. Y lo peor, sumando al mundo en su conflicto, donde sus balas y bombas no van a discriminar con la precisión que lo hacen la Biblia o el Corán.

Y no critico que la gente crea en la deidad que  le venga en gana. Es su derecho, y si  creer en ese Ser Supremo le hace sentir mejor y más completo como persona, está perfecto. La apoyo a que siga creyendo y sea feliz de esa forma. A lo que aspiro, sin embargo, es a un mundo donde se pueda vivir en paz, donde cada quien sepa respetar la creencia del otro, y donde no tenga yo que pensar que cristianos, musulmanes y judíos son una manada de locos que por cualquier “quítame esta paja” están dispuestos a literalmente traer el infierno al mundo para meterle sus creencias por la garganta al resto.

El Nacional

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