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Corrupción

Corrupción

Rafael Ciprián

La corrupción, en su sentido amplio, es la descomposición de la naturaleza¡ o esencia de una cosa. Y la corrupción administrativa es el abuso de poder que practican los malos funcionarios. Esto es, que para ellos los valores, los principios y las reglas morales, éticas y jurídicas no tienen importancia al momento de apropiarse de los bienes del Estado.

Tampoco le temen a las sanciones sociales y penales. Sobre todo porque se sienten con el poder político en sus manos. Se creen capaces de anular todo el sistema de consecuencias establecido. La potestad punitiva del Estado es pura forma para ellos. Y, en muchos casos, se salen con las suyas.

Peor aún, piensan que Juan Pablo Duarte fue un iluso idealista. Y que se equivocó cuando afirmó que la política no es una especulación, que es la ciencia más pura y la más digna, después de la filosofía, de ocupar las inteligencias nobles.
O que Juan Bosch exageró cuando afirmó que el corrupto engorda con la sangre del pueblo. Esos pésimos funcionarios ven la actividad política, no como un medio para servir a la comunidad, sino como una oportunidad para escalar social y económicamente, por medio del robo en solitario o en componendas del presupuesto nacional. O valiéndose de sus posiciones para chantajear y lograr prebendes por los servicios que presta la institución en que laboran. Y lo hacen directamente o por medio de relacionados que sirven de intermediarios.

Ahora bien, ¿por qué algunos funcionarios que aparentaban en la oposición que regían sus vidas en base a criterios de honestidad, seriedad y honradez se pervierten tan pronto llegan al Gobierno?

La respuesta es simple y muy compleja a la vez. Tiene diversas causas y explicaciones. El pueblo dice, en su profunda sabiduría, que si quieres conocer a mundito, dale un carguito. Además, que una cosa es con guitarra y otra muy diferente es con violín. O que una cosa es fuera del poder y otra, diametralmente opuesta, es estar en el poder.

Ciertamente, así es. Es fácil desde la oposición predicar el respeto a la ética, a la moral y al ordenamiento constitucional, legal y reglamentario vigente. Pero otra situación es ejercerlo desde el deslumbramiento de los oropeles del poder.

Resulta necesario también tener muy en cuenta que para llegar al Gobierno, especialmente en sociedades atrasadas y dependientes como la nuestra, son necesarios los acuerdos impublicables con los factores reales de poder predominantes. Así llegan al pragmatismo predicado en Norteamérica por William James. Y creen que el resultado es lo que cuenta o, como dicen de Nicolás Maquiavelo, que el fin justifican los medios.

Por fortuna, en el país hay un cambio de actitud frente a la corrupción. Se está persiguiendo. Y esto es muy bueno.

El Nacional

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