“La corrupción se lleva más del 5% del PIB mundial. De los aproximadamente 13 billones de dólares de gasto público mundial, hasta el 25% se pierde a causa de la corrupción”, según un informe de la ONU.
Ya lo hemos dicho en trabajos anteriores: la corrupción en la República Dominicana es un mal endémico que se aposentó con la llegada de los invasores españoles en 1492. El Estado dominicano ha sido fuente de enriquecimiento de los grupos políticos, económicos y sociales que se intercambian el control del poder.
El investigador y periodista de Santiago, Esteban Rosario ha escrito varias obras sobre la corrupción y los grupos de poder del país que se entrelazan y que de algún modo ponen de manifiesto los niveles de complicidad y tolerancia con la corrupción que existe en el país desde mucho antes de que fuera fundada la República por la hazaña valiente de Juan Pablo Duarte y sus compañeros trinitarios.
Las obras de Rosario, extrañamente desaparecieron de los anaqueles de todas las librerías. Recuerdo algunos títulos.
“Los Dueños de la República Dominicana”, “El Grupo Vicini, el verdadero poder”, “Los monopolios en la Republica Dominicana”, “Los nuevos grupos del poder”, entre otros, que invito a buscar, no sé dónde, y leerlos detenidamente por todos los datos que ofrecen.
Y si quieren saber más, léanse la obra del profesor Juan Bosch: La Fortuna de Trujillo”, donde, con sumo detalle, el maestro de la política explica cómo Trujillo se adueñó del territorio nacional convirtiendo a los ciudadanos en peones esclavos a su servicio. Trujillo era el verdadero dueño de una finca llamada República Dominicana. El control de Trujillo era absoluto, su poder omnipresente.
Hasta su muerte. ¿Qué pasó con las empresas del dictador? El Estado trujillista era inmensamente grande, fuerte y poderoso. A la muerte del sátrapa, su fortuna no cayó en manos del pueblo dominicano, su verdadero y legítimo dueño. La historia sobre los bienes de Trujillo y como se dilapidaron y se repartieron entre grupos empresariales y políticos, dan ganas de llorar.
Como diría el poeta Neruda, aunque es una historia, por vieja y por amarga se las cuento, porque las cosas “no se aclaran nunca, con el olvido, ni con el silencio”.
Los “héroes” que mataron a Trujillo no mataron el trujillismo, que aún, más de 64 años después, sigue gravitando como una “espada de Damocles” impidiendo el desarrollo político de los dominicanos. (Seguimos siendo una sociedad conservadora, temerosa, con un bajo nivel educativo y cultural, como herencia maldita de la dictadura cuyos valores de persecución, terror y muerte, no hemos sabido superar).