El coronavirus ha colocado al mundo al borde de un colapso económico, debido a las medidas adoptadas para contrarrestar los efectos letales y detener la propagación de la pandemia.
Muchos países han tenido que cerrar sus economías con el propósito de frenar la expansión de este nuevo virus, denominado SARS-CoV-2 que se ha llevado de paro más de medio millón de vidas y enfermado más de once millones de personas.
El primer brote de covid-19, que encendió las alarmas, fue notificado en Wuhan (China) el 31 de diciembre de 2019. En los primeros meses de 2020 comenzó el virus a propagarse por otros países provocando el cierre de aeropuertos, actividades que implicaran la concentración de personas, entre estas deportivas, artísticas, culturales y más.
Las naciones que no tamaron medidas han pagado con la vida de sus ciudadanos la inobservancia, entre estos Estados Unidos y Brasil, de este lado del mundo.
La falta de movilidad de las personas, el cese de las industrias, medios de transporte masivo y todo tipo de actividades que no fueran las prioritarias para mantener con vida a la población mundial fueron paralizadas provocando que los países productores de petróleo, por no tener dónde almacenar el crudo, ofertaran 35 dólares por barril a quienes les retiraran el combustible de sus almacenes.
En un instante vimos un mundo compungido, pesaroso, cabizbajo, afligido, muchos hablaron que tras la pandemia el mundo cambiaría, que seríamos diferentes, que tomaríamos otra actitud ante la vida humana, animal, la naturaleza, pero con el paso de los días y el retorno a una normalidad aún restringida, nos damos cuenta de que el comportamiento de las sociedades sigue siendo el mismo, algo lamentable.
Un ejemplo de esta situación es Francia donde tras terminar el confinamiento y abrir algunos de sus actividades, en la tienda de ropa Zara, los clientes provocaron largas filas esperando realizar sus primeras compras.
En República Dominicana la cosa no ha sido diferente, el 20 de mayo pasado se inició la primera fase de reactivación de la economía y a pesar de que las autoridades explicaron cómo se haría, el país se tiró a las calles a hacer cuantas diabluras se les ocurriera, muchos ignorando las cantaleteadas medidas de precaución.
Entendemos que para muchos el confinamiento es difícil, principalmente para niños que no entienden la situación, pero es mucho con demasiado, que personas adultas estén en colmadones de los barrios, el malecón y la avenida España, entre otras zonas, ingiriendo bebidas alcohólicas, dicho en buen dominicano, sin pararle a na’.
Selva política de RD
En medio de la pandemia RD se ve compelida a realizar elecciones presidenciales y congresuales. Evidentemente nuestros políticos, han dado muestras de que no les interesa la situación sanitaria de los dominicanos. Imagínese, por algún tipo de descuido hasta un candidato presidencial resultó contagiado.
Ninguno lo pensó, ninguno lo propuso, debieron ponerse de acuerdo para realizar un tipo de campaña que no comprometa la salud de los ciudadanos, pero no, vimos la proliferación de las caravanas, de todos los colores, y las personas como borregos asistieron y las disfrutaron y la covid-19 bien gracias. ¡Que Dios nos agarre confesados!
Por fin, hoy son las elecciones presidenciales y congresuales, ojalá el pueblo pueda elegir la opción menos mala, porque el augurio que tenemos luego de una campaña y una población en su mayoría desenfrenada, es de pronóstico reservado.