Haití no necesita mucho para que las protestas sociales se propaguen como reguero de pólvora. Son tantos los problemas internos que el día menos pensado estallan violentos disturbios que zarandean la frágil gobernabilidad.
El sábado agentes de la Policía tuvieron que dispersar con balas de goma y gases lacrimógenos una violenta protesta, que incluyó quemas de neumáticos y bloqueo de calles, en demanda de la renuncia del presidente Jovenel Moise, a quien se acusa de corrupción.
Moise ha apelado a la unidad de los haitianos, pero sin fijar fecha para las elecciones parlamentarias ni actuar contra los presuntos beneficiarios del escándalo de corrupción con los fondos de Petrocaribe. Una empresa del mandatario es citada entre las beneficiarias de los recursos, aunque para esa época Moise no era ni candidato presidencial.
Por el deterioro que implica para las de por sí precarias condiciones de vida sus habitantes la inestabilidad social y política en Haití es siempre preocupante.
También para sus vecinos de República Dominicana que tienen que cargar con la emigración de haitianos que huyen de la inseguridad y la miseria. La conmemoración del 214 aniversario de la muerte de su primer presidente, Jean Jacque Dessalines, fue opacada por las violentas protestas contra el mandatario.
Los últimos incidentes son otro toque de atención para la comunidad internacional, que por ahora solo se ha limitado a exhortaciones a la conciliación.

