Opinión

Cuando muere un amigo

Cuando muere un amigo

Lo conocí en el aeropuerto Las Américas. Yo era un estudiante de comunicación. No tenía cómo regresar a Santo Domingo. No recuerdo como ocurrió, pero tuvo el gesto amable y solidario de traerme de regreso. Yo no sabía quién era. Años después, tras su salida del Combo Show de Johnny Ventura y la creación del Sonido Original, le hice una entrevista que sirvió para iniciar una amistad que terminó en hermandad.  Lo vi crecer y desarrollarse como músico, cantante, humorista, libretista, actor, productor de televisión y hasta de cine. Todo cuanto aprendió, que fue mucho, lo aprendió de la vida. De mecanógrafo en una institución del Estado saltó a la música, de la música al canto, del canto al humor… hasta convertirse en estrella con luz propia. La calle lo formó. El barrio fue su morada. Y se hizo hombre, grande, noble y bueno. La humildad lo caracterizó.  Había que conocer a Luisito Martí para darse cuenta de su calidad humana, de su riqueza espiritual. Un día lo llamé por teléfono para criticarle una ausencia que me parecía prolongada. Le pregunté dónde estaba que hacía cerca de un mes que no sabía de él. –Estoy en Nueva York, Juan- Y se produjo un silencio de muerte. -Tengo cáncer en el estómago…. No pude continuar hablando. El llanto lo impidió. La última vez que lo vi con vida fue en su apartamento nuevo. Se sentía animado. –Te compré un taco de jugar billar, pero ahora no lo encuentro, te lo doy después- no lo vi más, hasta el lunes, en un ataúd. Estaba negado a verlo  consumiéndose lentamente. Pensé que Milagritos, su abnegada  y amada compañera de toda la vida, no me lo perdonaría. Ni sus hijos Luisín, Kaki, Omar y Robert Luis. Estaba obligado a ver el cadáver de ese amigo que la muerte me arrancó.

Y allí estaba, irremediablemente muerto.  Se llevó el guión de su próxima película, la producción de su nuevo programa, los nuevos libretos. Se llevó su sonrisa… Balbuena ya no se irá en yola a Nueva York. Se ahogó en su garganta. Atrás quedan las noches de bohemia en su casa. Cuso Cuevas tocando la guitarra o el bajo, mientras él cantaba su canción favorita: Novia Mía, del cubano José Antonio Méndez, mientras Milagritos, enamorada lo seguía con la ternura en los ojos.

“Cuando un amigo se va, una estrella se ha perdido”, pero cuando un amigo muere, también muere una estrella. Con la muerte de Luisito, yo también muero. Aunque sea un poco. Una parte de mi vida muere con él.

El Nacional

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