El Gobierno presentó ayer el Plan de Ordenamiento Turístico para la región sur, que involucra a las provincias Pedernales, Baoruco, Independencia y Barahona, cuyos territorios y poblaciones serían beneficiados con el desarrollo de proyectos inmobiliarios de infraestructura turística.
Lo que debería definirse como nueva era para el desarrollo integral del cercano sur y de la región suroeste, se inició con la apertura del proyecto Puntarena o Corbanitos, que representa el despegue de la industria del turismo en las provincias Peravia y San José de Ocoa.
El Plan de Desarrollo de la Región Enriquillo, que incluye el litoral Bahía de las Águilas y el Parque Jaragua, fue presentado en una ceremonia encabezada por el presidente Danilo Medina, durante la cual se dieron a conocer los decretos que crean un fideicomiso y un Gabinete interministerial para promover el turismo en la zona.
Una excluida región sur ha esperado por muchos años que el Gobierno emprenda la tarea de convertirla en el Cuarto Polo Turístico, que con el tiempo sería el principal destino nacional para visitantes extranjeros, porque posee el potencial para el desarrollo de una industria basada en turismo de playa, inmobiliario y de montaña.
La institución de un fideicomiso público a cargo de crear las estructuras legales, financieras y administrativas, así como de canalizar inversiones, representa cabal garantía de que no pocos inversores nacionales y extranjeros participarán de un proyecto que de antemano esta signado por el éxito.
Al saludar la apertura del proyecto Puntarena y del Plan de Ordenamiento Inmobiliario del Suroeste, preciso es advertir que la configuración del nuevo polo turístico es diametralmente distinto a los que configuraron los destinos de la región este, Puerto Plata y Samaná.
El desarrollo del turismo de la región sur debe estar sustentado en la integridad, sostenibilidad y preservación de los recursos naturales y en la integración de la población en rol de suplidor, activismo laboral y beneficiario directo de la rentabilidad que genere esa gran industria.
Desde ahora se reclama que el tesoro turístico que representan esos inestimables recursos naturales no se convierta en botín de filibusteros, sino en riqueza compartida, cuya explotación racional signifique progreso, integración y calidad de vida para los habitantes del cercano sur y de la región suroeste.